sábado, 11 de diciembre de 2010

Hoja parroquial del 12.12.2010


"Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios".

La primera y la segunda lectura de hoy, del profeta Isaías y del apóstol Santiago, coinciden en el mensaje: merece la pena esperar, hay que esperar, debemos esperar, porque viene nuestro Dios, él mismo viene en persona, y trae el desquite. Hay que tener paciencia, porque es inminente su llegada, ya está a la puerta. Sí, más allá de una preparación para conmemorar la Navidad del Señor, entendemos el adviento litúrgico como un orientar nuestra persona hacia su venida final, es obvio que el tema más propio será la esperanza cristiana. Sin embargo, lo esperado no sólo afecta positivamente a quienes confiesan su fe en Jesús. Sin pretender manipular la voluntad de nadie, pensamos que el contenido de este esperar coincide, en su fondo real, con la necesidad y el deseo de todos los hombres. Porque no se trata de un esperar en la suerte, ni de poseer más cosas o personas. Esperamos "eso" que todavía desearíamos aunque tuviésemos todo lo humanamente pensable. Esperamos "lo último", lo que nos planifique, nos llene y nos libere totalmente. Esperamos a Dios. Todo lo que impide al hombre ser en plenitud, se echa atrás. Todo lo que mutila al hombre debe ser vencido. Nuestros ojos no están hechos para no ver ni nuestros oídos para no oír. El hombre no está hecho para la muerte, sino para la vida. Creer en la Salvación que JC ha inaugurado y nos ha prometido es una fuente de alegría en nuestra vida. Creemos y sabemos que las aspiraciones de la humanidad no quedarán defraudadas: "Habrá gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán".Encendemos de esta manera la TERCERA LUZ de la esperanza renovada en nuestra fe en Jesucristo.

P. Oscar Gil,c.s.

Cadenas invisibles

Un veterano beduino, mercader de camellos, atravesaba el desierto del Sáhara junto con su hijo adolescente, que era la primera vez que lo acompañaba. Al caer la noche, decidieron acampar en un oasis. Tras levantar la tienda, padre e hijo empezaron a clavar estacas en el suelo para atar con cuerdas a los camellos. De pronto, el joven se dio cuenta de que tan solo habían llevado 19 estacas y 19 cuerdas, y en total habían 20 camellos.-“¿Cómo atamos a ese camello?”-, preguntó inquieto el hijo adolescente. Y el mercader, que llevaba muchos años recorriendo el desierto, le contestó sonriente: “No te preocupes, hijo. Estos animales son muy tontos. Haz ver que le pasas una cuerda por el cuello y luego simula que lo atas a una estaca. Así permanecerá quieto toda la noche”-. Eso es precisamente lo que hizo el chaval. El camello, por su parte, se quedó sentado e inmóvil, convencido de que estaba atado y de que no podía moverse. A la mañana siguiente, al levantar el campamento y prepararse para continuar el viaje, el hijo empezó a quejarse a su padre de que todos los camellos le seguían, excepto el que no habían atado. Impasible, el animal se negaba a moverse.“!No sé que le pasa a ese camello!”-, gritó indignado-.” Parece como si estuviese inmovilizado”.Y el mercader, sin perder la sonrisa, le replicó:-“!No te enfades con él, hijo!. El pobre animal cree que sigue atado a la estaca. Anda, ve y haz ver que lo desatas”.Hasta aquí la historia beduina. ¿ Cual es la lección que podemos sacar, cual su moraleja?. A mi modo de ver es solo una: «Aunque la culpa nos alivia, también nos ata con cuerdas que no existen a estacas invisibles».Lo curioso es que la culpa solo existe en aquellas sociedades que promueven el victimismo y niegan la responsabilidad. Y es que solemos quejarnos de nuestra pareja y de nuestros hijos, pero ¿acaso nos responsabilizamos de que somos nosotros quienes los hemos elegido?.Solemos maldecir a nuestro jefe y a nuestra empresa, pero ¿acaso nos responsabilizamos de que somos nosotros quienes hemos escogido nuestra profesión y el lugar de trabajo?. En definitiva, solemos lamentarnos de que nuestras circunstancias actuales son como son, pero ¿acaso nos hacemos cargo de que estas son el resultado, en gran medida, de las decisiones que hemos ido tomando a lo largo de nuestra vida ?.“La esclavitud más denigrante es la de ser esclavo de uno mismo”… (decía, hace casi 2.000 años, Séneca, el pensador y filósofo cordobés a las ordenes del emperador romano Nerón). ! Hemos levantado la estatua de la libertad sin haber construido primero la de la responsabilidad !.

Juan J. Porres

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (35,1-6a.10):

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

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