Existe una teoría que se llama “ventanas rotas” (broken window theory) que uno puede observar e incluso yo diría que también experimentar en carnes propias.
El principio parte del ejemplo de un edificio perfecto que se encuentra sin mantenimiento y en un momento concreto aparece una ventana rota. Si esa ventana no es reparada o sustituida, pronto aparecerá otra ventana rota. Algunas más en poco tiempo. Tras esto comenzará a amontonarse la basura en las puertas del edificio y alrededores. Poco a poco se incrementará la sensación de inseguridad y abandono. Y al final la degradación terminará atrayendo un foco de delincuencia alrededor del lugar.
Es decir, todo comienza por una mínima infracción, aparentemente inofensiva, pero después la cosa acaba degenerando rápidamente. Una anécdota, es que el alcalde de Nueva York Giuliani incluyó esta teoría en su programa electoral. Encargó al jefe de policía que fuese estricto con los pequeños hurtos, grafitis, gente que se colase en el metro… Y los índices de delincuencia bajaron considerablemente y en mayor proporción al número de detenidos.
Y es que esa primera sensación o percepción de abandono (la primera ventana rota) produce una cierta relajación extra y dicha sensación creciente de abandono se termina plasmando en la realidad. Y esto provoca todavía una mayor sensación de abandono que se volverá a hacer realidad de nuevo. Y así sucesivamente hasta que la sensación de impunidad se hace cada vez más y más fuerte.
Y es así como yo creo que, en cierta manera, también se manifiesta la relación entre nuestros pecados y el sacramento de la confesión. Ese pecado, ese dar la espalda a Dios, supone esa primera ventana rota que provoca una cierta sensación de dejadez que puede hacer que se plasme en más pecado en la realidad. Y poco a poco y apenas sin darnos cuenta, nos vamos alejando progresivamente cada vez más de Dios. Al final, si no ponemos remedio, el abandono puede ser total.
En un video de un experimento urbano se puede ver una bici en una calle del Soho de Nueva York fotografiada cada día. Al principio parece que no pasa nada, entorno al día 230 desaparecen varios accesorios de la bici, en seguida, entorno al día 270: adios bici.
Éste siempre parece el final previsible para las cosas materiales, el desmoronamiento de todo. Por eso el Kerigma es sorprendente, por eso encontrarse con Cristo resucitado es sorprendente, porque da un giro inesperado a lo que estamos habituados a ver. Es Cristo quien da a la película de la vida un final inesperado, que no es la muerte, es la vida. Dios rehace todo hasta la eternidad.
Por eso se suele pedir “Oh, Señor, envía tu espiritu, que renueve la faz de la tierra". Por eso es bueno restaurarte con la Eucaristía y la confesión…
Más ejemplos curiosos de la teoría de las ventanas rotas en este enlace al PEO (Periódico Enemigo de los Obispos)*
Fuente: Blog "Que bellas son tus tiendas!!! de Pedro González.
*Se refiere al periódico "El Pais", de España, de tendencias socialistas y siempre muy crítico en sus informaciones y opiniones sobre la Iglesia Católica.
Mi padre, cuando yo era más joven, me dio un ejemplo que nunca olvidé. El alma de las personas es como un cristal. Si el alma es limpia y pura será como un cristal transparente. Cuando pecamos es como echar una mancha en ese cristal. Esa mancha destaca ostentosamente sobre el limpio cristal, será una muestra clara de nuestra falta y nos es inevitable darnos cuenta de que hemos pecado, incluso nos dará vergüenza al ver esa mancha. Pero si no limpiamos esa mancha por dejadez o porqué solo es una y no pasa nada, al poco tiempo llegará la siguente mancha. Ésta aunque también será visible, ya no destacará tanto porqué tiene otra al lado. Si seguimos sin limpiar nuestra alma llegarán más manchas, y cada vez más fácilmente, porqué las manchas ya no destacan en el cristal, ya no es tan grave una mancha más o menos. Llegará un momento en que el cristal esté tan sucio que no percibiremos que no deja pasar bien la luz, y que no lleguemos a apreciar la suciedad que hemos acumulado, ya que las manchas son tantas y tan pegadas unas a otras que ya no las distinguimos, se han vuelto algo propio a la naturaleza del cristal. El pecado se ha vuelto algo inherente a nuestra alma, a nuestra vida cotidiana y por lo tanto ya no lo consideramos como tal, como algo malo. Pero nuestra vida, sin darnos cuenta, se habrá vuelto gris, opaca.
Por ello es importante al primer sentimiento de culpa por haber faltado a Dios o al prójimo buscar el arrepentimiento, la confesión y la reconciliación con el ofendido, y así permitiremos que la luz del amor de Dios vuelva a entrar en nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario