viernes, 18 de septiembre de 2015

El inmovilismo (1ª parte)



"La Doctrina de la Fe, que Dios reveló, no está propuesta como un invento de la filosofía, que se pueda perfeccionar por el ingenio humano, sino como un depósito divino entregado a la esposa de Cristo, y ha de ser fielmente declarada. Por esto, los dogmas sagrados han de ser mantenidos para siempre en el sentido declarado una vez por la Santa Madre Iglesia y nunca hay que apartarse de ese sentido con el pretexto de hacerlos más inteligibles" Concilio Vaticano I



En la hoja parroquial nº 178 de la Comunidad Católica de lengua española de Colonia-Bonn (fecha del 06.09.2015) viene un artículo firmado por Juan María García Latorre, titulado "Para qué cambiar, ¡si siempre se hizo así! (pinchar aquí para leer el artículo completo) Me permito reproducir la primera parte del artículo (la segunda parte es una historia ficticia para intentar argumentar la primera parte):

"En la Iglesia hay una tendencia general a no mover mucho, a dejar las cosas como están y a no correr muchos riesgos. Si siempre se hizo así...¿para que cambiar? Este fenómeno se conoce como "inmovilismo" y, según el teólogo José María Castillo, si aplicamos esto a la liturgia, ésta lleva un retraso de unos mil años. Se quedo parada en un momento de la historia... y en ella seguimos usando textos que no dicen casi nada y expresiones que no tienen nada que ver con la forma actual de expresarse"

El primer enunciado creo que es correcto. La Iglesia tiende a hacer pocos cambios, a no correr riesgos,..Pero no es inmovilista. Hay una máxima que dice "la Iglesia siempre la misma, siempre reformada", lo que quiere decir que la Iglesia siempre se debe reformar para acercarse cada vez más al ideal de Cristo, a lo que Jesús quiere que seamos, y así eliminar los preceptos humanos que oscurecen la misión primordial de la Iglesia. Los creyentes somos humanos, y por tanto débiles y pecadores. Y muchas veces intentamos imponer nuestros intereses por encima de los intereses de Dios. Ejemplos de corrupciones de la obra de la Iglesia en la historial hay muchos:
El cesaropapismo, que es la involucración de la Iglesia en asuntos de los estados civiles, y al revés la intromisión de los poderes políticos en los asuntos de la Iglesia.
La compra de puestos en la jerarquía de la Iglesia.
La compra y venta de bulas papales, etc.
Todas ellas, desviaciones que han tenido que ser corregidas. Para ello, Dios se ha servido de multitud de hombres y mujeres santos, verdaderos reformadores (no confundir con los pseudorreformadores protestantes, dinamitadores de la Iglesia), para ayudar a volver a purificar la Iglesia.
Como no recordar en su V centenario a Santa Teresa de Jesús, reformadora de las carmelitas debido a su secularización.
O a San Francisco de Asís, que nos hizo volver a ver el carácter humilde y pobre de la Iglesia.
O San Ignacio de Loyola, que impulsó la evangelización y el apostolado por todo el mundo; reafirmando, en plena crisis protestante, la obediencia al papa con un cuarto voto en la orden de la Compañía de Jesús.

En resumen, la Iglesia se debe mantener firme ("inmovilista") en la doctrina y valores que Cristo nos transmitió ("Cielo y Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" Mt 24, 35), y reformadora de todo aquello que oscurezca, falsifique y aleje de la Fe verdadera.

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