Pues quiso la casualidad que mientras escribía el post anterior con las lecturas de este domingo, resultase que llegó la hoja parroquial de la misión a mi correo electrónico. Como las lecturas ya están recogidas paso sólo a colocar los comentarios.
Es lo que primero brota de nuestro corazón…”consolad, consolad…” necesidad de estar, consolar, apoyar, escuchar y solidarizar profundamente a este querido pueblo chileno que hoy sufre, llora profundamente por la pérdida de vidas humanas y por los que todavía no aparecen; pero a la vez CONFIA, su fe se fortalece, su confianza, los valores más profundos de su gente se manifiestan.
Después ya de 15 días, ¿qué comunicarles? ¿cómo estamos?
Todavía no alcanzamos a dimensionar en su totalidad las tremendas consecuencias de esta tragedia. Cada día que pasa se ve, se siente, palpa y experimenta la dureza de este terremoto y tsunami que afecto al 78% de la población de Chile, en diferentes grados pero esa es la realidad. Es gravísimo el que muchísimas industrias quedaran fuera de servicio, totalmente destruidas unas, y con graves daños otras; por consiguiente muchísima gente sin trabajo, familias enteras dependiendo exclusivamente de la ayuda, la industria forestal y pesquera, entre otras, afectadas gravemente, esto se agrava con la amenaza de las lluvias de invierno que ya está encima…esto es terrible para la gente: niños, adultos, ancianos… que está amontonada en carpas, o bajo plásticos, sin agua, ni luz, sin nada.
Queremos vivir todo esto desde la fe, la confianza, la esperanza y el compromiso con el pueblo que sufre, nos sentimos muy fortalecidas por todos los mensajes que cada día nos llegan de solidaridad, oración, cercanía, fuerza y ánimo, muy unidas a toda la familia Amor de Dios, agradecemos todo lo que están haciendo por chile, muchas personas, mucha gente anónima que se dejan tocar por el dolor de los que más lo necesitan.
Creemos que Chile nuevamente se pondrá de pie. Y que entre todos lo lograremos. Que estas situaciones nos ayuden a valorar lo esencial en la vida que a veces olvidamos o no vivimos en plenitud, que nos ayude como pueblo sin fronteras, a crecer en los auténticos valores especialmente en la fraternidad.
Gracias al Dios de la Vida que nos mantiene en pie para ayudar, para amar y servir a los que más sufren y necesitan,
H. María Isabel Núñez
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