lunes, 11 de febrero de 2013

Sobre la renuncia de Benedicto XVI


Tengo que reconocer que esta mañana al levantarme y enterarme de la noticia sobre la renuncia de Benedicto XVI como el Vicario de Cristo en la tierra, no podía dar crédito a lo que leía, lo primero que pensé fue que era un error del portal electrónico, ya que era imposible que fuera una broma. Cuando se fue confirmando la noticia caí como en un estado de shock.

A decir verdad, la noticia no me ha gustado nada, pienso que Benedicto es y ha sido un gran papa, con una gran formación doctrinal y teológica y con una gran experiencia en la vida de la Iglesia, pero sobre todo por ser un gran conocedor de la realidad que vive actualmente el mundo y en concreto la Cristiandad. Nunca ha ocultado los problemas que ha tenido la Iglesia y ha actuado con decisión para atajarlos (me acuerdo en estos momentos de los terribles casos de pederastia). Sinceramente creía (o quizás mejor quería) que iba a aguantar en su puesto hasta el final de su vida.



Tan sólo he conocido dos papas en mi vida: Juan Pablo II y Benedicto XVI. De Juan Pablo II tengo conciencia de su labor como papa al final de su vida. No he leido ningún documento de su magisterio (y de tampoco no magisteriales), como creo que la inmensa mayoría de los católicos. Pero sé que atraía a grandes masas para escucharle, allí donde iba se reunían multitudes que le querían. Según casi todos fue un gran papa, que tomo decisiones importantes en momentos de la historia cruciales. Pero a parte de esta visión superficial de su apostolado, lo que me llegó espiritualmente fueron sus últimos años de vida, como un hombre pleno físicamente, gran deportista, con gran vitalidad, al final de su vida su salud se fue deteriorando hasta ofrecernos esas imágenes de un hombre débil y prácticamente derrotado por la enfermedad. Pero como aparte de esta fragilidad nunca renunció, si no que permaneció al frente de la Iglesia. Seguramente no podría dirigirla físicamente, y las decisiones las tendrían que tomar sus colaboradores directos, pero su ejemplo de esfuerzo y de amor hacia los fieles hasta el final me dejo una huella mayor que todas sus encíclicas y cartas pastorales juntas. Yo veía la grandeza de Dios no en las grandes concentraciones de masas, ni en los grandes discursos, si no en ese hombre machacado por la enfermedad que era el representante de Cristo en la tierra, el portador de su mensaje en su propia persona, mensaje de amar y dar la vida por los demás hasta el final, de aceptacion de la propia debilidad y sufrimiento, y abandono a la voluntad de Dios.


 

Sin duda vivimos un hecho histórico. Pocas veces en la vida se asiste a un cambió de papa, pero en este caso la situación es más extraordinaria, ya que no se produce por la muerte del Santo Padre, si no por la renuncia del mismo. Éste es un hecho sumamente raro en la historia de la Iglesia, el último papa que dimitió fue Gregorio XII hace ya casi 600 años, y de los 264 papas anteriores unos pocos (8 ó 9) habían renunciado.

Benedicto ya había manifestado alguna vez que no tendría problema de abandonar el papado si las circustancias no le permitían seguir ejerciendo su cargo con las facultades que el mismo le exigían. Así en su libro-entrevista "Luz del Mundo" de 2010 se puede leer:  “Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”. 

Sin duda que Benedicto, en plenas condiciciones mentales ha llegado al discernimiento que ha llegado a este punto de su vida. Y considero con absoluta certeza que si ha tomado esta decisión ha sido por considerarla la mejor para la Iglesia. En le mismo libro también considera que la renuncia no es algo que se deba decidir a la ligera:  “Si el peligro es grande, no se debe huir de él. Por eso, ciertamente no es el momento de renunciar. Justamente en un momento como éste hay que permanecer firme y arrostrar la situación difícil. Ésa es mi concepción. Se puede renunciar en un momento sereno, o cuando ya no se puede más. Pero no se debe huir en el peligro y decir: que lo haga otro”
Por lo que considero que los motivos de su renuncia no pueden ser otros que por los él expuestos hoy: "para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado".
Benedicto aunque no lo queramos ya es un anciano de 85 años (debemos pensar que Juan Pablo II murió con 84 años) con todos los achaques que se van acumulando, así parece que tiene problemas de hipertensión, del corazón, de artrosis en la cadera que le impiden practicamente andar, y casi está ciego del ojo derecho.
Aunque no me guste, sé también que es la voluntad de Dios que así sea, y me encomiendo al Espíritu Santo para que inspire a los cardenales electores y elijan a un nuevo papa que nos guié por la senda de la verdad hacia el encuentro con Dios.

Ante los hechos consumados tan sólo me queda dar gracias a Dios por habernos dado un pastor santo, y agradecer al todavía santo padre por los esfuerzos, sufriemientos y entrega que ha hecho para darnos ejemplo y enseñarnos el camino a seguir, por habernos guiado, educados y querido como un aunténtico padre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario