El proximo fin de semana reservenlo para visitar el Rather Adventsbasar, uno de los mas grandes de colonia, donde ademas de poder conseguir aquello que estabamos buscando a muy buen precio, colaboraremos con una buena obra social.
Este tradicional bazar de adviento ademas cumple 40 años ininterrumpidos de ayuda a proyectos de ayuda al tercer mundo.
Como en años anteriores colaboraremos como parte del grupo con gusto dentro de este evento. Por lo que por alli nos veremos.
Les dejo toda la informacion en los siguientes folletos que anuncian el acto.
viernes, 9 de noviembre de 2012
lunes, 1 de octubre de 2012
Santa Teresita del Niño Jesús (I)
"y dijo: "En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos" Mt 18: 3-4
Un día como hoy, 30 de septiembre de 1897, murió para esta vida, a la edad de 24 años, Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, que así era el nombre completo tomado por Teresa al entrar en el convento. Su muerte no transcendió más alla de los muros del Carmelo, donde sus hermanas ya eran conscientes de la santidad de Teresa, pero no tanto de que hasta que alto grado. Fuera, el mundo permanecía totalmente ignorante de la vida y muerte de aquella joven monja de clausura.
Hace dos semanas, el 17 de septiembre, tuvimos la suerte de acoger en Colonia una de las reliquias de esta santa. Alguno de nosotros pudimos acercarnos a la iglesia de los Santos Apóstoles para recibir a la reliquia y celebrar una misa en honor de Teresita, así como recibir la gracia de ser bendecidos por el obispo Koch con el Santísimo Sacramento y poder venerar a la santa. Fue un momento emocionante que me ayudo a recordar mi devoción por Santa Teresita, tan querida por mí.
Mi descubrimiento de Teresita, aunque parezca increíble, tiene mucho que ver con este blog. Al poco de crear el blog, me propuse como uno de los objetivos el de mostrar la vida de santos que sirviesen de ejemplo para los jóvenes actuales, que les pudiesen ser un ejemplo para cómo buscar y alcanzar también ellos la santidad. Así que lo primero que hice fue investigar en internet sobre santos jóvenes, y así en una página encontré varios santos que habían muerto en la edad de la juventud. A ninguno de ellos conocía por lo que elegí por puro azar a Teresita.
En España todos conocemos a Santa Teresa de Jesús, la gran santa de Ávila, mística, reformadora y fundadora de las Carmelitas Descalzas. Pero de la pequeña Teresa sólo me sonaba el nombre de haberlo escuchado alguna vez, como tantos otros santos, pero nada más. Así que me puse a buscar algo sobre su vida en internet. Y lo que me encontré me dejo impresionado.
Lo primero que me llamó la atención fue que el Papa Pio X, el último Papa declarado santo por la Iglesia después de 400 años, dijese de Teresita que "es la santa más grande de los tiempos modernos". Leyendo textos sobre su vida no encontré nada "aparentemente" extraordinario. Picado ya por la curiosidad, fuí al padre Óscar a pedirle algun libro sobre Santa Teresita, y amablemente me dejo una biografía sobre ella.
Fue una niña francesa de un pequeño pueblo de Normandía, la novena hija de una familia piadosa, de la que recibe una gran formación cristiana, además de recibir mucho amor. Niña muy viva e inteligente, se vuelve tímida y muy sensible a la muerte de su madre, con cuatro años. Con los años, esa actitud está a punto de llevarla al infantilismo. Pero una navidad, teniendo 13 años sufre una conversión que la hace ver su comportamiento infantil e egoista que la lleva a reclamar siempre el cariño y la atención de todos a su alrededor. Recibió una educación básica por parte de sus hermanas y del colegio de las monjas agustinas. Era inteligente y sacaba muy buenas notas, pero su educación no fue mucho más allá, ya que a los 14 años se hace el propósito de hacerse religiosa y entrar en el Carmelo de Liseux junto a sus dos hermanas mayores. En principio su deseo no puede ser cumplido ya que para entrar en el Carmelo se debe tener por lo menos 16 años, pero su insistencia y tras muchas solicitudes y peticiones a las diversas autoridades eclesiales consigue su propósito (para ello no dudaba en vestirse y acicalarse como una mujer para parecer de mayor edad), entrando en el convento a la edad de 15 años. Desde entonces desapareció de la vista del mundo. Ya nunca saldría de la clausura.
En el convento su salud se fue deteriorando poco a poco, hasta que enfermó de tuberculosis, enfermedad larga y penosa que la llevó a la muerte 9 años después de su entrada en el Carmelo.
Pero se puede decir que su misión en la Tierra comenzó después de su muerte, cuando Dios nos reveló lo que había en el corazón de esta muchacha, cumpliendo el deseo de Santa Teresita cuando dijo antes de morir: "pasaré mi Cielo haciendo el bien sobre la tierra....¡Haré llover una lluvia de rosas!"
Sus compañeras tenían cierta idea de las virtudes espirituales especiales que tenía Teresita, (hasta cierto punto, creó que ya pensaban que era una santa en vida) por lo que la obligaron a escribir 3 cuadernos, donde narraba su vida y su doctrina. En principio estaba destinado para la lectura interna, pero viendo la profundidad y las enseñanzas tan elevadas que contenían, y que podría ayudar a muchas almas, decidieron editarlo y reunirlo en un libro que se publicó al año siguiente de su muerte: "Historia de un alma". Fue entonces cuando el mundo conocío a Teresita. Dios concedió multitud de gracias: curaciones, conversiones y milagros por su intercesión, y de esta forma fue creciendo de forma extraordinaria entre el pueblo el convencimiento de la santidad de la joven monjita.
Su autobiografía se fue publicando y difundiendo en diversos idiomas, extendiéndose por todo el mundo la devoción a Teresa de Liseux.
Fue este renombre de santidad y los muchos milagros concedidos por su intercesión los que provocaron el inicio de su proceso de beatificación por el papa San Pio X, el 10 de junio de 1914 (tan sólo 17 años después de su muerte, cuando la tradición exige que hayan pasado un mínimo de 50 años tras la muerte). El 14 de agosto de 1921, el papa Benedicto XV declaró las virtudes heroicas de esta Sierva de Dios. Tras el cuál fue declarada beata el 29 de abril 1923 y dos años más tarde (17 de mayo de 1925) santa por el papa Pío XI.
El mismo Pío XI la nombraría el 14 de diciembre Patrona Universal de las Misiones, patronazgo que comparte con el gran misionero jesuíta Francisco Javier. Es por lo menos curioso que la patrona de las misiones sea una monja de clausura, que tan sólo salió de su país unas semanas, a la edad de 14 años, para ir a Roma con la intención de pedierle al papa Leon XIII que la permitiese entrar en el convento carmelita de Liseux. Pero ésto lo comprenderemos por el gran amor que tenía a los misioneros y el deseo profundo que tenía de haber sido misionera y convertir muchas almas.
En 1929 se comenzó la construcción de una gran basílica en su honor en Liseux, que gracias a las donaciones de sus devotos, consiguió ser practicamente terminada en 1937. Lugar a donde fueron trasladados sus restos mortales.
En 1944, cuando Francia vivía conmocionada bajo II Guerra Mundial, Santa Teresa fue declarada copatrona de su país, junto con Santa Juana de Arco. Bella coincidencia ya que Juana era una de sus grandes heroínas y ejemplos. (En el convento llegó a escribir y representar obras de teatro sobre la heroica guerrera)
Por último, en 1997, el papa Juan Pablo II, en el centenario de su muerte la proclamó doctora de la Iglesia. Título que se concede a aquellas personas cuya fe y doctrina ha conseguido transmitir de forma fiel y pura la esencia del mensaje del evangelio. Tal honor sólo ha sido otorgado en la historia de la Iglesia a 33 personas (Benedicto XVI anunció que proximamente nombraría a 2 nuevos doctores: San Juan de Ávila y Santa Hildegarda), siendo tan sólo 3 mujeres: Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Jesús, y Santa Teresita (Santa Hildegarda sería la cuarta). En todo caso Santa Teresita sería la más contemporánea y la más joven de todos.
Para mí Santa Teresita es uno de los mejores ejemplos del poder y la gracia de Dios. Como Dios elige a los pequeños, a los que se humillan para engradecerlos. Dios demuestra su grandeza eligiendo a los que parecen tener menos dotes humanas, pero tienen un gran corazón. Como Jesús, que eligió para transmitir la Buena Noticia, no a los grandes doctores de Israel o los escribas de la ley, sino a personas humildes e incultas del pueblo, y al frente de su Iglesia al bruto de Pedro, un simple pescador de Galilea. Porqué para Dios lo importante es el interior de las personas, todo lo demás está en Sus manos. Cómo decía Santa Teresita: Dios es un padre, no necesita nada de sus hijos, tan sólo les pide que le quieran.
El 1 de octubre es el día dedicado por la Iglesia a Santa Teresita de Liseux.
SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS. RUEGA POR NOSOTROS.
[En este artículo me dedicado más a la visión externa de Santa Teresita. Seguramente el lector se quede preguntando cuál era el pensamiento de Teresa, su doctrina y las obras, que han hecho cautivar el alma de tantas personas, y la han colocado en un puesto tan alto dentro de la Iglesia. Si Dios me da tiempo y ánimo, en un siguiente artículo intentaré mostrar un poco del porqué de la grandeza de esta santa]
sábado, 22 de septiembre de 2012
Si amo a Jesús y soy buena persona ¿Por qué debo ir a misa?
Más temprano que tarde, todos hemos ido a misa, y la hemos encontrado bastante fome. Recuerdo que ya a mediados de los ‘80, el humorista Coco Legrand daba voz a toda una generación de chilenos, cuando decía:
¡Quiero que sepan que soy católico apostólico y romano! pero “a mi manera", es decir, cuando puedo no más voy a misa, porque es una lata, todos los domingos, ahí…
Todos hemos tenido la misma experiencia: tal vez acompañábamos a nuestros padres, o pasamos una etapa de más cercanía con la religión, pero en cuanto tuvimos algo más de libertad, dejamos de participar regularmente en la misa dominical. De adultos, un par de veces al año, quizá en semana santa o navidad, algún bautizo, matrimonio o funeral, y pare de contar. ¿Para qué más? ¿Y hacer lo mismo cada domingo? ¡Que lata!
Además la misa “no tiene por dónde” competir con otras actividades, sobre todo hoy en día, que nuestro tiempo libre y para la familia es escaso, y las opciones de diversión para un domingo son variadas y atractivas, como el televisor, el asado, los juegos de computador o Internet, y un largo etc. De partida, su estructura es siempre igual: entre 45 minutos y una hora, pero de ese tiempo sólo los primeros 20 ó 30 minutos son más o menos interesantes –con los cantos, las diferentes lecturas y la prédica, donde a veces enseñan cosas nuevas de Jesús–, pero la segunda parte ¡es siempre lo mismo! El curita dice las mismas oraciones sobre el pan y el vino, luego el padrenuestro, la paz y la comunión, la bendición final y nos vamos para la casa. Parece que si fuiste a una misa, has ido a todas ¿no?
Y la repetición hace que sea aburrido, y por eso uno va sin ganas a misa. Y Jesús me ama ¿no es cierto? Seguramente no quiere verme molesto y desganado en la iglesia, mucho menos quiere que sea hipócrita, haciendo como que rezo cuando en realidad estoy pensando en lo que haré después. Además, Dios está en todas partes y escucha nuestras oraciones ¿no? Para hablar con Él no necesito estar en un lugar determinado
Así que es más o menos seguro que no necesito ir a misa.
Por otro lado, hay mucha gente que hace un gran bien, sin necesidad de haber ido nunca a misa ¿no es cierto? Seguramente nadie piensa que Gandhi o Mandela no tuvieron una vida admirable, por no haber estado cada domingo en la iglesia. Y tampoco podemos dejar de mencionar el caso opuesto: hay muchos que se los veía comulgar regularmente, pero luego se ha sabido lo malos que eran. Por lo tanto, parece que es más importante ser una buena persona, amable y tolerante, que ir a misa “por cumplir". De hecho, el mismo Jesús criticaba a los fariseos, que ponían el cumplir las normas del culto por sobre el amor y ayudar a los pobres.
Incluso los evangélicos atraen más gente, porque sus servicios de culto están llenos de música, luces, canciones y apasionados oradores ¡mucho más dinámico e interesante! Si los curas quisieran atraer más gente, debería al menos “ponerse al día” ¿verdad?
Sin embargo, y a pesar de todas estas razones de sentido común, la Iglesia siempre ha entendido que asistir a la misa es un deber fundamental del católico, en cumplimiento del tercer mandamiento de la ley de Dios, y que no hacerlo, con conocimiento y voluntad, implica un pecado mortal, es decir, de los que pueden llevar un alma al infierno.
¿Cómo entender actitudes tan opuestas entre el pueblo creyente y la Iglesia, acerca de una cuestión tan básica?
Para resolver este enigma, debemos prestar atención a uno de los diálogos que ocurre justo en medio de la misa, ese que dice más o menos así:
Sacerdote: Levantemos el corazónLéanlo con atención, escúchenlo en su cabeza, recuérdenlo de la última misa a la que fueron ¿pueden hacerlo?
Pueblo: Lo tenemos levantado hacia el Señor
S: Demos gracias al Señor Nuestro Dios
P: Es justo y necesario
S: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno…
Primero el sacerdote nos invita a levantar el corazón. Es una expresión poco común, que debería recordarnos a los primeros cristianos, perseguidos y martirizados por el Imperio Romano, ocultos en catacumbas oscuras y húmedas, que se reunían para escuchar las historias de los apóstoles acerca de Jesús, y que luego se decían unos a otros “¡Ánimo! Arriba los corazones", porque a pesar de la persecución, tenemos razones para estar felices. Nuestra respuesta es “Lo tenemos levantado hacia el Señor", porque sólo en Él encontramos la fuerza para tener ánimo, cuando parece que todo el mundo está en contra.
Luego el sacerdote nos invita a dar gracias, nosotros respondemos “es justo y necesario” y él nos replica con un breve discurso, que no cambia en cada misa, y que en parte nos recuerda por qué debemos estar agradecidos, y en parte manifiesta a Dios nuestra gratitud. Habitualmente empieza con “en verdad", que es llamativa, porque el mismo Jesús la usaba cuando iba a decir algo importante, y después sigue con “es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias…", como si el sacerdote nos dijera “No saben cuánta razón tienen al decir esto. Es justo porque es nuestro deber agradecer a Quien nos ha dado todo, y es necesario, porque de ello depende nuestra salvación".
Y esta es la razón más básica por la que es justo y necesario ir a misa: para agradecer.
No estamos ahí porque sea entretenido, o por que al hacerlo seamos mejores que los demás, para pasar un buen rato, obtener algo, o pedir lo que nos falta, sino simplemente porque es de justicia básica reconocer todo lo bueno que hemos recibido gratuitamente y agradecer a quien nos ha dado tantos dones.
Puede parecer que la gente ya no se preocupa de esto, que la cultura nos convierte a todos en consumidores, interesados sólo en nuestros derechos y en lo que podemos obtener de los demás. Sin embargo, todo el día en la radio y la TV se habla de “atraer buenas vibras", estar en armonía con el universo y lanzar energías positivas. Creo que todo eso apunta a una inquietud universal y muy humana, de reconocer que no me basto a mí mismo, dependo de otro, para bien o para mal, porque me pasan cosas buenas, y para las malas. Es algo que todos sentimos y no se trata sólo hacerlo por conveniencia o costumbre, sino que es inherente al ser humano. La gratitud, el ser agradecido, es la base de la paz en la sociedad que tanto anhelamos hoy en día, así como del sentimiento religioso, que se manifiesta en todas las culturas humanas. Es la misma tendencia que se expresa, desde el indio americano que antes de matar a su presa pronuncia una breve plegaria de perdón, hasta el cardenal que celebra el te deum ecuménico cada 18 de septiembre en presencia de los líderes de una nación.
También se dice que debemos agradecer “siempre y en todo lugar", y si bien podemos estar de acuerdo, pero en el fondo sabemos que no es realista. La mayor parte del tiempo la pasamos ocupados de nuestras labores, yendo de un lado a otro, durmiendo, comiendo, viendo TV y haciendo tantas cosas que no son compatibles con pensar a cada minuto “Gracias, Señor, por la luz verde que acabo de pasar, porque tengo buena salud, por mi familia", etc. Constatar esto puede llevar a algunos a obsesionarse con no haber agradecido lo suficiente, pero en la mayoría la reacción será en el sentido opuesto: a pensar que en realidad esto de la gratitud no importa realmente, porque es imposible. En el justo medio de estos dos extremos, los católicos tenemos el regalo de saber que la misa del domingo es suficiente para agradecer a Dios adecuadamente.
Esta sola razón, dar gracias, debería bastarnos para ir a misa, y si lo hiciéramos estoy seguro que todos tendríamos una vida más feliz y pacífica, sabiendo que hemos cumplido con nuestra obligación más fundamental.
Pero hay más ¡Vaya que hay mucho más! Ya cada uno irá descubriendo de a poco todas las riquezas de la eucaristía, y muchos libros se han escrito al respecto, pero no puedo dejar de mencionar algunas, como la presencia única de NSJC –de la que hablamos un poco más adelante–, la predicación de la palabra, la multitud de significados de la liturgia, la oportunidad de sentir el silencio y la tranquilidad, la experiencia de conectarnos con la tradición y la historia, la ocasión de pedir a Dios lo que necesitamos, ¡la posibilidad de cantar sin que nadie te critique!
Entonces ¿es aburrida la misa?
Ya hemos visto que no importa tanto si es aburrida o no, porque no hemos ido a pasar un rato agradable, sino a manifestar nuestra gratitud, como es justo y necesario. Pero eso no quiere decir que lo hagamos de mala gana, como un mal estudiante que va a su clase por cumplir. Para mostrar que la misa no es aburrida de ninguna forma, yo la compararía con el fútbol. El que no entiende y no conoce las reglas del fútbol, no conoce las posiciones de los jugadores, o no ha vivido la experiencia de ver pasar el tiempo lento o rápido según tu equipo vaya ganando o perdiendo, puede ir a la final de la Copa Mundial, y decir “es igual que todos los partidos, unos tipos corriendo detrás de la pelota". En cambio, si entendemos lo que está pasando, seguro que disfrutaríamos cada instante.
Con la misa ocurre lo mismo: es imposible distraerse, cuando uno sabe que las lecturas han sido especialmente seleccionadas para explicarlas unas a otras, o que en unos momentos más se hará presente Jesús, el mismo que creó el universo sólo con su palabra y que fue crucificado, en Jerusalén en el año 33 de nuestra era, en su cuerpo y su sangre, o que cada vez que comulgamos nos encontramos con NSJC de una forma tan íntima que no puede existir en ningún otro lugar. Incluso, cuando la habitualidad produce acostumbramiento, o la prédica no es muy interesante, pienso “¿Hay otro lugar donde pudiera estar haciendo algo más importante?” y la respuesta siempre es “no, en cualquier otra parte estaría perdiendo el tiempo".
Es cierto que podemos hablar con Dios en cualquier momento, y deberíamos hacerlo con frecuencia, pero nuestro Dios no es sólo una filosofía que nos parezca satisfactoria, o una idea vaga de bondad y respeto a los demás. Él tiene rostro y tiene voz, es una persona, y nos ha pedido que de dediquemos un día a la semana, y que lo hagamos en conjunto con la comunidad de creyentes. La ventaja que tenemos los católicos estriba en saber que, de las 168 horas que tiene una semana, basta con reservar una para Dios, y si Él nos regala tanto tiempo, para dormir, trabajar y emplearlo en nosotros mismos, no parece que dedicarle exclusivamente menos del 0,2% de nuestro tiempo sea una carga excesiva ¿no?
También es verdad que ir a misa no nos hace automáticamente mejores personas, pero eso está bien, porque no es magia, sino un diálogo, una relación con esa persona divina que mencionábamos, y como tal, sólo produce sus efectos en tanto estemos abiertos a ella. Así, podemos ir comulgar durante toda una vida y aun así acabar mal, pero será porque nos hemos negado a acoger todas las cosas buenas que se nos ofrecieron en la misa. Por el contrario, si sabemos lo que Dios nos pide y no lo hacemos, por orgullo o flojera, no hay dudas que esa actitud nos contará en contra, sin importar otras cosas buenas que podamos haber hecho.
Si a pesar de todo esto, el prospecto de ir a misa cada domingo parece algo monótono, la Iglesia permite la más amplia libertad cuando se trata de elegir el estilo de misa que prefieras. En efecto, tenemos misas más o menos tradicionales, algunas en latín o en todos los idiomas del mundo, diferentes estilos de sermones, misas para niños, carismáticas, de sanación, etc., todas ellas igualmente válidas.
Así que ¿Por qué no vamos juntos a misa este domingo?
De Pato Acevedo en el blog "La esfera y la cruz"
sábado, 1 de septiembre de 2012
Tras un año de la JMJ de Madrid. Algunos recuerdos y reflexiones
"Depués de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: la salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero." Apoc. 7: 9-10.
Esta vision apocalíptica del apóstol San Juan es la que me vino a la cabeza aquella tarde de sábado de hace un año, cuando mi padre me acercaba en coche al aeródromo de Cuatro Vientos y nos topamos con una autentica marea humana que ocupaba toda la calle y no cesaba de fluir. Eran inconfundibles: banderas multicolores, mochilas, cantos, sonrisas, cansancio... eran los peregrinos de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Había hecho coincidir ese año mis vacaciones con los días de la JMJ. Era una oportunidad que no podía perderme, parece que el Señor las había preparado para mí. Mi ciudad natal, con mi familia para poder pasar unos días juntos, en verano para que pudiese coincidir con las vacaciones. Tenía que responder a esa llamada, así que organice todo para encontrarme esa semana en Madrid.
Desde mi llegada a España había seguido todo lo que rodeaba los días previos a la inauguracion de las jornadas y a la llegada de Benedicto XVI. La celebración del Via Crucis fue mi primera toma de contacto con la JMJ en la calle, pero apenas pude tener una idea: las calles inundadas de gente y sólo se podían seguir los actos a través de las pantallas colocadas en las plazas. Es lo malo que tienen estas grandes aglomeraciones que apenas puedes seguir los actos por pantallas y si estas bien colocado. Me llamó la atención que había gente muy joven, todos alegres, sonrientes, algunos cantando, otros fotografiándose con otros de diferentes nacionalidades o con los policías a caballo. Era increíble ver la cantidad de banderas representantes de los distintos países, alguna no sabía ni a que país correspondía. Me conmovía el pensar el esfuerzo y la fe de algunas personas para costearse el viaje desde lugares tan remotos, y muchos sin conocer la lengua del pais que les recibe, por ejemplo conocí en el metro una mujer que había venido con su hija desde Australia.
Pero para mí el día clave era el sábado, cuando se celebraba la vigilia con el Papa en el aeródromo de Cuatro Vientos, ya había quedado con mi compañera Aridane para vernos allí. Sabía que sería un momento único en mi vida, así que sabiendo que habría mucha gente me dispuse a salir a pie después de comer, me separaba de mi destino poco más de una hora, pero como en Madrid en agosto el calor al mediodía es insoportable, mi padre decidió acercarme en coche.
Pero para mí el día clave era el sábado, cuando se celebraba la vigilia con el Papa en el aeródromo de Cuatro Vientos, ya había quedado con mi compañera Aridane para vernos allí. Sabía que sería un momento único en mi vida, así que sabiendo que habría mucha gente me dispuse a salir a pie después de comer, me separaba de mi destino poco más de una hora, pero como en Madrid en agosto el calor al mediodía es insoportable, mi padre decidió acercarme en coche.
Después de incorporarme a ese río de gente que avanzaba sin cesar hasta Cuatro Vientos me fijé en que la gente ya estaba bastante cansada de esos días de poco dormir, de jornadas interminables de andar y estar de pie en los diferentes actos, del calor,...Mientras toda esa inmensidad se movía lentamente, desde los balcones de las casas algún vecino se apiadaba de nosotros y nos tiraba cubos de agua o nos regaba con regaderas, lo que era acogido por la gente con gran algarabía. También pude ver alguna persona era atendida por los servicios de emergencia por golpes de calor, gracias a Dios no muchas.
Al final no pude encontrarme con Ari, necesitaba mi acreditación de peregrino para entrar y como yo no lo era me mandaron a otra zona, además había inhibidores de señal para móviles por lo que me fue imposible contactar con nadie. Por lo que solo me intente ubicar lo mejor posible. Por supuesto estaba lejísimos del escenario, por lo que me busque un buen sitio delante de una pantalla. El tiempo pasaba distraídamente viendo las actuaciones musicales, los diferentes grupos de peregrinos, neocatumenos que cantaban, o familias que rezaban la liturgia de las horas. A lo lejos se veía alguna nube negra, que en verano significa tormenta, pero que esperaba que se desviase y no pasase sobre nuestras cabezas.
Tras una larga espera el momento álgido fue la llegada del Papa Benedicto XVI, que no pudo pasar por las calles ya que se encontraba ocupadas por peregrinos, por lo que por seguridad se dirigió directamente al escenario. El resto más o menos lo conocéis todos, pero hubo 2 momentos memorables que tengo que comentar: uno fue por supuesto fue la llegada de la tormenta después de leer el evangelio. El desánimo cundió entre todos los asistentes, había mucho viento y lluvia y todos eramos conscientes de que el Papa es una persona mayor y que debe cuidarse, por lo que imaginábamos que se lo llevarían y el acto podría ser cancelado. Pero el Papa no se movió, a pesar del intento de protegerle con dos paraguas el viento le debía estar empapando. Fueron minutos que parecían eternos, la lluvia y el viento no amainaban y todos nos temíamos lo peor, yo sabía que el sucesor de Pedro le pedía a Jesús que parase la tormenta, igual que sus discípulos hace 2.000 años en el lago de Tiberiades, en un inquietante silencio creo que más o menos todos nos sumamos a esa petición, y al final la tormenta paso. Pero el Papa salió del escenario y aparecieron bomberos para comprobar los daños de la tormenta en la estructura del escenario, por lo que el temor a la cancelación no desapareció. La tensión por las incomodidades (nadie estaba preparado para la lluvia) y la expectación por lo que podría pasar estallo en aplausos y cánticos cuando volvió a aparecer Benedicto en el escenario, y toda esa alegría de repente se transformo en un profundo y solemne silencio cuando se informo que se procedería a la adoración del Santísimo. El Papa se coloco en un reclinatorio y todo el público cayo de rodillas al ver aparecer el sagrario con la santa forma. En aquel lugar había más de un millón de personas pero se vivía el más absoluto recogimiento, todos en nuestro interior rezamos y adoramos a Jesús allí presente, fueron unos minutos impresionantes que valían sobradamente por todas las adversidades e incomodidades pasadas. Allí en ese momento se podía visualizar la Iglesia de Cristo, con Pedro y todo el pueblo de Dios detrás con él.
Al final no pude encontrarme con Ari, necesitaba mi acreditación de peregrino para entrar y como yo no lo era me mandaron a otra zona, además había inhibidores de señal para móviles por lo que me fue imposible contactar con nadie. Por lo que solo me intente ubicar lo mejor posible. Por supuesto estaba lejísimos del escenario, por lo que me busque un buen sitio delante de una pantalla. El tiempo pasaba distraídamente viendo las actuaciones musicales, los diferentes grupos de peregrinos, neocatumenos que cantaban, o familias que rezaban la liturgia de las horas. A lo lejos se veía alguna nube negra, que en verano significa tormenta, pero que esperaba que se desviase y no pasase sobre nuestras cabezas.
Tras una larga espera el momento álgido fue la llegada del Papa Benedicto XVI, que no pudo pasar por las calles ya que se encontraba ocupadas por peregrinos, por lo que por seguridad se dirigió directamente al escenario. El resto más o menos lo conocéis todos, pero hubo 2 momentos memorables que tengo que comentar: uno fue por supuesto fue la llegada de la tormenta después de leer el evangelio. El desánimo cundió entre todos los asistentes, había mucho viento y lluvia y todos eramos conscientes de que el Papa es una persona mayor y que debe cuidarse, por lo que imaginábamos que se lo llevarían y el acto podría ser cancelado. Pero el Papa no se movió, a pesar del intento de protegerle con dos paraguas el viento le debía estar empapando. Fueron minutos que parecían eternos, la lluvia y el viento no amainaban y todos nos temíamos lo peor, yo sabía que el sucesor de Pedro le pedía a Jesús que parase la tormenta, igual que sus discípulos hace 2.000 años en el lago de Tiberiades, en un inquietante silencio creo que más o menos todos nos sumamos a esa petición, y al final la tormenta paso. Pero el Papa salió del escenario y aparecieron bomberos para comprobar los daños de la tormenta en la estructura del escenario, por lo que el temor a la cancelación no desapareció. La tensión por las incomodidades (nadie estaba preparado para la lluvia) y la expectación por lo que podría pasar estallo en aplausos y cánticos cuando volvió a aparecer Benedicto en el escenario, y toda esa alegría de repente se transformo en un profundo y solemne silencio cuando se informo que se procedería a la adoración del Santísimo. El Papa se coloco en un reclinatorio y todo el público cayo de rodillas al ver aparecer el sagrario con la santa forma. En aquel lugar había más de un millón de personas pero se vivía el más absoluto recogimiento, todos en nuestro interior rezamos y adoramos a Jesús allí presente, fueron unos minutos impresionantes que valían sobradamente por todas las adversidades e incomodidades pasadas. Allí en ese momento se podía visualizar la Iglesia de Cristo, con Pedro y todo el pueblo de Dios detrás con él.
Después de aquello el resto daba igual, al final me despedí de mis compañeros de parcela, e hice el largo camino de vuelta reconfortado y con el alma llena de gozo por aquellos momentos inolvidables.
¿Que reflexiones os podría contar sobre lo vivido esa semana?
Que la juventud católica existe, y aunque según los datos cada vez son menos, son cada vez más entusiastas y no se esconden ni se avergüenzan de su fe. Son jóvenes totalmente normales, con las mismas ganas de pasárselo bien, de divertirse, de estar con sus amigos, que el resto. Pero con esa convicción interior, con esa fuerza superior a todo, que les hace formar parte activa de la Iglesia y que les lleva a desplazarse a miles de kilómetros de distancia de sus hogares para escuchar que tiene que decirles un anciano de más de 80 años.
Que la juventud lo que quiere son cosas auténticas, aunque no sean fáciles de llevar, aunque no sean bonitas, pero queremos la Verdad que no cambia con las modas ni con el paso del tiempo, que nos transmite nuestra Iglesia. Muchas veces por intentar atraer a más jóvenes y gente a la iglesia se edulcora o se omite parte de la doctrina de la Iglesia, por lo que el mensaje de Jesús pierde su fuerza arrolladora y su sentido completo. Equiparándose a cualquier otra actividad mundana y perdiendo el sentido trascendente que realmente lo hace atrayente.
La incertidumbre del futuro. Después de esta gran experiencia de unos pocos días, rodeado de gente que comparte tus mis mismas creencias, en las que te ves motivado, apoyado y reconfortado, llega la realidad del día a día, la convivencia con compañeros de escuela, universidad o trabajo, que no solo no comparte tus creencias si no que se oponen a ellas, la vida en una sociedad que cada vez ve más alejada de lo socialmente aceptable tus ideas y tus valores morales, por lo que tiende primero a ignorarlas y después a despreciarlas. Por lo que tendrán que renunciar a ellas o bien mantenerlas en secreto para sentirse aceptados en sus sociedades. Los que sean más débiles quizás no quieran oponerse y se dejen llevar por la corriente, apartándose de la Iglesia y perdiendo su fe. Por eso son importantes estas jornadas para apoyarnos unos a otros, para saber que no estamos solos y saber que no son tiempos fáciles, pero que nunca lo fueron, y que igual que persiguieron al Maestro así también harán con los discípulos.
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domingo, 15 de julio de 2012
Conferencia sobre sexualidad en los jóvenes
Una interesante charla donde se muestra una forma de afrontar la sexualidad, desde un punto de vista muy diferente de la que el mundo nos ofrece actualmente. Todos tenemos una idea más o menos clara de lo importante que es el sexo para las personas, sobre todo en la adolescencia donde se descubre la atracción por el sexo. Quizás nunca nos hemos imaginado lo importante que es para el desarrollo de nuestras vidas el enfocar de una forma correcta las relaciones afectivas, el saber diferenciar el amor (algo maravilloso que todos deseamos) de la lujuria (un pecado, que como todos nos detruye por dentro)
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martes, 29 de mayo de 2012
"Las manos consagradas"
Viendo el video de María Vallejo-Nágera del artículo anterior, una de las cosas que más me llamo la atención fue la forma con que hablaba de los sacerdotes, la intensidad de sus palabras al narrar como todos, todos los días le rezaba a Dios para que cuando muriese, estuviese cerca de unas manos consagradas. Que cuando su marido y sus hijos muriesen pudiesen estar cerca de unas manos consagradas. Porque esas manos son las únicas que nos pueden traer a Jesús en la Eucarístia, el mismísimo Jesús que hace 2000 años andaba por Galilea. Son los únicos que a través de ellos, Dios nos absuelve de nuestros pecados y por lo tanto nos salvan del infierno.
En nuestros días no es popular ser sacerdote, su imagen está asociada a los casos de pederastia que han manchado la imagen de la Iglesia, además de los reiterativos y viejos tópicos sobre la riqueza, la soberbia,...
Pero la figura del sacerdote es fundamental en la Iglesia, es la persona designada para actuar como Jesús en medio de nosotros. Es por ello que un buen cura es una bendición para una parroquía. Me parece que tienen una tremenda responsabilidad, ser la imagen del mismo Cristo en cuyas manos esta la salvación de muchas almas.
Es por ello que debemos rezar mucho por ellos. Y como nos pidió Jesús, orar a Dios Padre para que nos envié sacerdotes.
Os dejo una película, bueno realmente es un documental hecho hace unos años en España, "La última cima", y que tuvo cierto éxito, sobre la vida de un sacerdote. Un cura desconocido para la inmensa mayoría, salvo para los que estaban en su entorno, pero que su bondad, entrega y fe, hacía cambiar a los que estaban a su alrededor, los acercaba a Dios. La verdad que tener cerca un sacerdote santo es una gran bendición del cielo.
Tras ver el documental, como al director, también a mí me pico la curiosidad y por esas casualidades de la vida, me di cuenta que en mi biblioteca digital, dentro de las decenas de libros que esperan a que tenga alguna vez un tiempo para leerlos, encontre un libro suyo. Aproveche este fin de semana largo en Alemania para empezar a leerlo.
A quien tenga interes creo que le puede ayudar. Es la recopilación de unos ejercicios espirituales que impartió en un convento de monjas en Navarra (España) (aparece narrado en el documental) donde trata temas fundamentales de la fe del cristiano: la muerte, las tentanciones, la eucaristía,... Pero de una forma amena y compresible para todo el mundo.
Si alguno teneís interes, yo os recomiendo leerlo poco a poco por tema, para poder ir meditándolo.
Os dejo un enlace para que os lo podais descargar de internet en formato pdf. Sólo teneís que pinchar en el título.
"Hasta la cumbre"
En nuestros días no es popular ser sacerdote, su imagen está asociada a los casos de pederastia que han manchado la imagen de la Iglesia, además de los reiterativos y viejos tópicos sobre la riqueza, la soberbia,...
Pero la figura del sacerdote es fundamental en la Iglesia, es la persona designada para actuar como Jesús en medio de nosotros. Es por ello que un buen cura es una bendición para una parroquía. Me parece que tienen una tremenda responsabilidad, ser la imagen del mismo Cristo en cuyas manos esta la salvación de muchas almas.
Es por ello que debemos rezar mucho por ellos. Y como nos pidió Jesús, orar a Dios Padre para que nos envié sacerdotes.
Os dejo una película, bueno realmente es un documental hecho hace unos años en España, "La última cima", y que tuvo cierto éxito, sobre la vida de un sacerdote. Un cura desconocido para la inmensa mayoría, salvo para los que estaban en su entorno, pero que su bondad, entrega y fe, hacía cambiar a los que estaban a su alrededor, los acercaba a Dios. La verdad que tener cerca un sacerdote santo es una gran bendición del cielo.
A quien tenga interes creo que le puede ayudar. Es la recopilación de unos ejercicios espirituales que impartió en un convento de monjas en Navarra (España) (aparece narrado en el documental) donde trata temas fundamentales de la fe del cristiano: la muerte, las tentanciones, la eucaristía,... Pero de una forma amena y compresible para todo el mundo.
Si alguno teneís interes, yo os recomiendo leerlo poco a poco por tema, para poder ir meditándolo.
Os dejo un enlace para que os lo podais descargar de internet en formato pdf. Sólo teneís que pinchar en el título.
"Hasta la cumbre"
lunes, 14 de mayo de 2012
Podría pasarte a ti. Conversion (I)
Los testimonios de conversion son una de mis debilidades, me pasaría horas y dias enteros escuchando y leyendo las historias de personas que han encontrado a Dios, sucesos que han cambiando la vida de estas personas radicalmente. Las conversiones pueden ser a traves de manifestaciones de Dios prodigiosas, o traves de un descubrimiento paulatino y sucesivo, a traves de pequeños cambios que lo llevan hacia Él. Se dan en personas de toda condicion, ricos y pobres, más o menos pecadores, más o menos religiosos, pero todos ellos son un ejemplo para nosotros de la grandeza y misericordia de Dios.
Se pueden encontrar muchos testimonios de conversion, pero he elegido el de María Vallejo-Nágera.
Ella es una escritora española, hija de un prestigioso psiquiatra y escritor, Juan Antonio Vallejo-Nágera. Procede de una clase media-alta, acomodada. De raices cristianas, pero que como a tantos otros no ha recibido ninguna formacion profunda de su religion, ni ha vivido su fe. Se podria decir que su relacion con Dios era algo secundario, si es que la había. Licenciada universitaria e hija de un especialista en psiquiatría el ambiente en que se había criado la llevaria a racionalizar todos los comportamientos humanos que se salen de lo que consideramos "común".
Pero bueno, es mejor que ella misma nos cuente su encuentro con Dios:
Al final de escuchar unos de estos testimonios, una de las sensaciones que me quedan es que le podria pasar a cualquiera, que Dios nos busca a todos, de diferentes formas, con un amor tan grande que no para de llamarnos. Sólo esta esperando a que le dejemos actuar y hacer cosas grandes por nosotros.
"Mira que estoy a la puerta llamando. Si uno escucha mi llamada y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo." Apoc. 3: 20
sábado, 17 de marzo de 2012
La vuelta del hijo pródigo
Este viernes tuvimos el acto penitencial de cuaresma, preparacion para profundizar en los misterios de la pasion, muerte y resurreción de Jesús, culmen del plan de salvacion de Dios para la humanidad.
En la penitencial recordamos junto a los niños que se preparan para la primera comunion la parabola del hijo pródigo. Para mí es sin duda la parabola donde Jesus nos enseña de forma más clara como es Dios, cual es nuestra situación ante Dios y cual es su deseo y amor hacia nosotros. En muchas parábolas el mensaje aparece más o menos oculto, en ésta se muestra claro y sencillo, no hay ningun concepto teológico que haya que interpretar detrás del texto, es simplemente amor.
Para profundizar en esta parábola que nos habla del pecado, el arrepentimiento y el perdon, a continuación reproduzco el comentario que hace el Papa Benedicto XVI en su libro sobre Jesús.
La parábola de los dos hermanos (el hijo pródigo y el hijo que se quedó en casa) y del padre bueno (Lc 15, 11-32)
"Esta parábola de Jesús, quizás la más bella, se conoce también como la «parábola del hijo pródigo». En ella, la figura del hijo pródigo está tan admirablemente descrita, y su desenlace —en lo bueno y en lo malo— nos toca de tal manera el corazón que aparece sin duda como el verdadero centro de la narración. Pero la parábola tiene en realidad tres protagonistas... Esto se desprende ante todo de la situación que ha dado lugar a la parábola y que Lucas presenta del siguiente modo (15, ls): «Se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos"». Aquí encontramos dos grupos, dos «hermanos»: los publicanos y los pecadores; los fariseos y los letrados. Jesús les responde con tres parábolas: la de la oveja descarriada y las noventa y nueve que se quedan en casa; después la de la dracma perdida; y, finalmente, comienza de nuevo y dice: «Un hombre tenía dos hijos» (15, 11). Así pues, se trata de los dos.
El Señor retoma así una tradición que viene de muy atrás: la temática de los dos hermanos recorre todo el Antiguo Testamento, comenzando por Caín y Abel, pasando por Ismael e Isaac, hasta llegar a Esaú y Jacob, y se refleja otra vez, de modo diferente, en el comportamiento de los once hijos de Jacob con José. En los casos de elección domina una sorprendente dialéctica entre los dos hermanos, que en el Antiguo Testamento queda como una cuestión abierta. Jesús retoma esta temática en un nuevo momento de la actuación histórica de Dios y le da una nueva orientación. En el Evangelio de Mateo aparece un texto sobre dos hermanos similar al de nuestra parábola: uno asegura querer cumplir la voluntad del padre, pero no lo hace; el segundo se niega a la petición del padre, pero luego se arrepiente y cumple su voluntad (cf. Mt 21,28-32). También aquí se trata de la relación entre pecadores y fariseos; también aquí el texto se convierte en una llamada a dar un nuevo sí al Dios que nos llama.
Pero tratemos ahora de seguir la parábola paso a paso. Aparece ante todo la figura del hijo pródigo, pero ya inmediatamente, desde el principio, vemos también la magnanimidad del padre. Accede al deseo del hijo menor de recibir su parte de la herencia y reparte la heredad. Da libertad. Puede imaginarse lo que el hijo menor hará, pero le deja seguir su camino.
El hijo se marcha «a un país lejano». Los Padres han visto aquí sobre todo el alejamiento interior del mundo del padre —del mundo de Dios—, la ruptura interna de la relación, la magnitud de la separación de lo que es propio y de lo que es auténtico. El hijo derrocha su herencia. Sólo quiere disfrutar. Quiere aprovechar la vida al máximo, tener lo que considera una «vida en plenitud». No desea someterse ya a ningún precepto, a ninguna autoridad: busca la libertad radical; quiere vivir sólo para sí mismo, sin ninguna exigencia. Disfruta de la vida; se siente totalmente autónomo.
¿Acaso nos es difícil ver precisamente en eso el espíritu de la rebelión moderna contra Dios y contra la Ley de Dios? ¿El abandono de todo lo que hasta ahora era el fundamento básico, así como la búsqueda de una libertad sin límites? La palabra griega usada en la parábola para designar la herencia derrochada significa en el lenguaje de los filósofos griegos «sustancia», naturaleza. El hijo perdido desperdicia su «naturaleza», se desperdicia a sí mismo.
Al final ha gastado todo. El que era totalmente libre ahora se convierte realmente en siervo, en un cuidador de cerdos que sería feliz si pudiera llenar su estómago con lo que ellos comían. El hombre que entiende la libertad como puro arbitrio, el simple hacer lo que quiere e ir donde se le antoja, vive en la mentira, pues por su propia naturaleza forma parte de una reciprocidad, su libertad es una libertad que debe compartir con los otros; su misma esencia lleva consigo disciplina y normas; identificarse íntimamente con ellas, eso sería libertad. Así, una falsa autonomía conduce a la esclavitud: la historia, entretanto, nos lo ha demostrado de sobra. Para los judíos, el cerdo es un animal impuro; ser cuidador de cerdos es, por tanto, la expresión de la máxima alienación y el mayor empobrecimiento del hombre. El que era totalmente libre se convierte en un esclavo miserable. Al llegar a este punto se produce la «vuelta atrás». El hijo pródigo se da cuenta de que está perdido. Comprende que en su casa era un hombre libre y que los esclavos de su padre son más libres que él, que había creído ser absolutamente libre. «Entonces recapacitó», dice el Evangelio (15, 17), y esta expresión, como ocurrió con la del país lejano, repropone la reflexión filosófica de los Padres: viviendo lejos de casa, de sus orígenes, dicen, este hombre se había alejado también de sí mismo, vivía alejado de la verdad de su existencia. Su retorno, su «conversión», consiste en que reconoce todo esto, que se ve a sí mismo alienado; se da cuenta de que se ha ido realmente «a un país lejano» y que ahora vuelve hacia sí mismo. Pero en sí mismo encuentra la indicación del camino hacia el padre, hacia la verdadera libertad de «hijo». Las palabras que prepara para cuando llegue a casa nos permiten apreciar la dimensión de la peregrinación interior que ahora emprende. Son la expresión de una existencia en camino que ahora —a través de todos los desiertos— vuelve «a casa», a sí mismo y al padre. Camina hacia la verdad de su existencia y, por tanto, «a casa». Con esta interpretación «existencial» del regreso a casa, los Padres nos explican al mismo tiempo lo que es la «conversión», el sufrimiento y la purificación interna que implica, y podemos decir tranquilamente que, con ello, han entendido correctamente la esencia de la parábola y nos ayudan a reconocer su actualidad.
El padre ve al hijo «cuando todavía estaba lejos», sale a su encuentro. Escucha su confesión y reconoce en ella el camino interior que ha recorrido, ve que ha encontrado el camino hacia la verdadera libertad. Así, ni siquiera le deja terminar, lo abraza y lo besa, y manda preparar un gran banquete. Reina la alegría porque el hijo «que estaba muerto» cuando se marchó de la casa paterna con su fortuna, ahora ha vuelto a la vida, ha revivido; «estaba perdido y lo hemos encontrado» (15, 32).
Los Padres han puesto todo su amor en la interpretación de esta escena. El hijo perdido se convierte para ellos en la imagen del hombre, el «Adán» que todos somos, ese Adán al que Dios le sale al encuentro y le recibe de nuevo en su casa. En la parábola, el padre encarga a los criados que traigan enseguida «el mejor traje». Para los Padres, ese «mejor traje» es una alusión al vestido de la gracia, que tenía originalmente el hombre y que después perdió con el pecado. Ahora, este «mejor traje» se le da de nuevo, es el vestido del hijo. En la fiesta que se prepara, ellos ven una imagen de la fiesta de la fe, la Eucaristía festiva, en la que se anticipa el banquete eterno. En el texto griego se dice literalmente que el hermano mayor, al regresar a casa, oye «sinfonías y coros»: para los Padres es una imagen de la sinfonía de la fe, que hace del ser cristiano una alegría y una fiesta.
Pero lo esencial del texto no está ciertamente en estos detalles; lo esencial es, sin duda, la figura del padre. ¿Resulta comprensible? ¿Puede y debe actuar así un padre? Pierre Grelot ha hecho notar que Jesús se expresa aquí tomando como punto de referencia el Antiguo Testamento: la imagen original de esta visión de Dios Padre se encuentra en Oseas (cf. 11, 1-9). Allí se habla de la elección de Israel y de su traición: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; sacrificaban a los Baales, e incensaban a los ídolos» (11,2). Dios ve también cómo este pueblo es destruido, cómo la espada hace estragos en sus ciudades (cf. 11, 6). Y entonces el profeta describe bien lo que sucede en nuestra parábola: «¿Cómo te trataré, Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte, Israel?... Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios y no hombre, santo en medio de ti.» (11, 8ss). Puesto que Dios es Dios, el Santo, actúa como ningún hombre podría actuar. Dios tiene un corazón, y ese corazón se revuelve, por así decirlo, contra sí mismo: aquí encontramos de nuevo, tanto en el profeta como en el Evangelio, la palabra sobre la «compasión» expresada con la imagen del seno materno. El corazón de Dios transforma la ira y cambia el castigo por el perdón.
....
Y he aquí que aparece el hermano mayor. Regresa a casa tras el trabajo en el campo, oye la fiesta en la casa, se entera del motivo y se enoja. Simplemente, no considera justo que a ese haragán, que ha malgastado con prostitutas toda su fortuna —el patrimonio del padre—, se le obsequie con una fiesta espléndida sin pasar antes por una prueba, sin un tiempo de penitencia. Esto se contrapone a su idea de la justicia: una vida de trabajo como la suya parece insignificante frente al sucio pasado del otro. La amargura lo invade: «En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos» (15,29). El padre trata también de complacerle y le habla con benevolencia. El hermano mayor no sabe de los avatares y andaduras más recónditos del otro, del camino que le llevó tan lejos, de su caída y de su reencuentro consigo mismo. Sólo ve la injusticia. Y ahí se demuestra que él, en silencio, también había soñado con una libertad sin límites, que había un rescoldo interior de amargura en su obediencia, y que no conoce la gracia que supone estar en casa, la auténtica libertad que tiene como hijo. «Hijo, tú estás siempre conmigo —le dice el padre—, y todo lo mío es tuyo» (15, 31). Con eso le explica la grandeza de ser hijo. Son las mismas palabras con las que Jesús describe su relación con el Padre en la oración sacerdotal: «Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío» (Jn 17, 10).
La parábola se interrumpe aquí; nada nos dice de la reacción del hermano mayor. Tampoco podría hacerlo, pues en este punto la parábola pasa directamente a la situación real que tiene ante sus ojos: con estas palabras del padre, Jesús habla al corazón de los fariseos y de los letrados que murmuraban y se indignaban de su bondad con los pecadores (cf. 15, 2). Ahora se ve totalmente claro que Jesús identifica su bondad hacia los pecadores con la bondad del padre de la parábola, y que todas las palabras que se ponen en boca del padre las dice El mismo a las personas piadosas. La parábola no narra algo remoto, sino lo que ocurre aquí y ahora a través de El. Trata de conquistar el corazón de sus adversarios. Les pide entrar y participar en el júbilo de este momento de vuelta a casa y de reconciliación. Estas palabras permanecen en el Evangelio como una invitación implorante. Pablo recoge esta invitación cuando escribe: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co5, 20).
Así, la parábola se sitúa, por un lado, de un modo muy realista en el punto histórico en que Jesús la relata; pero al mismo tiempo va más allá de ese momento histórico, pues la invitación suplicante de Dios continúa. Pero, ¿a quién se dirige ahora? Los Padres, muy en general, han vinculado el tema de los dos hermanos con la relación entre judíos y paganos. No les ha resultado muy difícil ver en el hijo disoluto, alejado de Dios y de sí mismo, un reflejo del mundo del paganismo, al que Jesús abre las puertas a la comunión de Dios en la gracia y para el que celebra ahora la fiesta de su amor. Así, tampoco resulta difícil reconocer en el hermano que se había quedado en casa al pueblo de Israel, que con razón podría decir: «En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya». Precisamente en la fidelidad a la Torá se manifiesta la fidelidad de Israel y también su imagen de Dios.
Esta aplicación a los judíos no es injustificada si se la considera tal como la encontramos en el texto: como una delicada tentativa de Dios de persuadir a Israel, tentativa que está totalmente en las manos de Dios. Tengamos en cuenta que, ciertamente, el padre de la parábola no sólo no pone en duda la fidelidad del hijo mayor, sino que confirma expresamente su posición como hijo suyo: «Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo». Sería más bien una interpretación errónea si se quisiera transformar esto en una condena de los judíos, algo de lo no se habla para nada en el texto.
Si bien es lícito considerar la aplicación de la parábola de los dos hermanos a Israel y los paganos como una dimensión implícita en el texto, quedan todavía otras dimensiones. Las palabras de Jesús sobre el hermano mayor no aluden sólo a Israel (también los pecadores que se acercaban a Él eran judíos), sino al peligro específico de los piadosos, de los que estaban limpios, «en regla» con Dios como lo expresa Grelot (p. 229). Grelot subraya así la breve frase: «Sin desobedecer nunca una orden tuya». Para ellos, Dios es sobre todo Ley; se ven en relación jurídica con Dios y, bajo este aspecto, a la par con Él. Pero Dios es algo más: han de convertirse del Dios-Ley al Dios más grande, al Dios del amor. Entonces no abandonarán su obediencia, pero ésta brotará de fuentes más profundas y será, por ello, mayor, más sincera y pura, pero sobre todo también más humilde.
Añadamos ahora otro punto de vista que ya hemos mencionado antes: en la amargura frente a la bondad de Dios se aprecia una amargura interior por la obediencia prestada que muestra los límites de esa sumisión: en su interior, también les habría gustado escapar hacia la gran libertad. Se aprecia una envidia solapada de lo que el otro se ha podido permitir. No han recorrido el camino que ha purificado al hermano menor y le ha hecho comprender lo que significa realmente la libertad, lo que significa ser hijo. Ven su libertad como una servidumbre y no están maduros para ser verdaderamente hijos. También ellos necesitan todavía un camino; pueden encontrarlo sencillamente si le dan la razón a Dios, si aceptan la fiesta de Dios como si fuera también la suya. Así, en la parábola, el Padre nos habla a través de Cristo a los que nos hemos quedado en casa, para que también nosotros nos convirtamos verdaderamente y estemos contentos de nuestra fe."
Joseph Ratzinger. 2007. Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguracion. Esfera de los Libros. pp.: 83-87.
Despues de la magnifica explicacion de un teologo de la magnitud de Benedicto. Acabamos el articulo más relajadamente con el capitulo de la serie "La Casita sobre la Roca"* decicado a la parabola del Hijo Prodigo.
Es una serie infantil con dibujos animados y marionetas que emite la cadena de television EWTN, y que encuentro una forma maravillosa de acercar el mensaje de Jesus a los niños, (y para los no tan niños. Lo reconozco a mí me fascina)
En fin, ya veis, ahora me estoy preparando para cuando tenga que explicarle a mi ahijado Sebastian conceptos como la transubstanciacion o la filioque.
*La serie "La Casita sobre la Roca" es una creación de la empresa familiar Valiván. Es una familia de origen chileno, afincada en España desde hace casi 30 años. Han decidido dedicar su vida y sus capacidades a la evangelizacion. Para más informacion sobre ellos y sus materiales, ésta es su página web: Valivan
En la penitencial recordamos junto a los niños que se preparan para la primera comunion la parabola del hijo pródigo. Para mí es sin duda la parabola donde Jesus nos enseña de forma más clara como es Dios, cual es nuestra situación ante Dios y cual es su deseo y amor hacia nosotros. En muchas parábolas el mensaje aparece más o menos oculto, en ésta se muestra claro y sencillo, no hay ningun concepto teológico que haya que interpretar detrás del texto, es simplemente amor.
Para profundizar en esta parábola que nos habla del pecado, el arrepentimiento y el perdon, a continuación reproduzco el comentario que hace el Papa Benedicto XVI en su libro sobre Jesús.
La parábola de los dos hermanos (el hijo pródigo y el hijo que se quedó en casa) y del padre bueno (Lc 15, 11-32)
"Esta parábola de Jesús, quizás la más bella, se conoce también como la «parábola del hijo pródigo». En ella, la figura del hijo pródigo está tan admirablemente descrita, y su desenlace —en lo bueno y en lo malo— nos toca de tal manera el corazón que aparece sin duda como el verdadero centro de la narración. Pero la parábola tiene en realidad tres protagonistas... Esto se desprende ante todo de la situación que ha dado lugar a la parábola y que Lucas presenta del siguiente modo (15, ls): «Se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos"». Aquí encontramos dos grupos, dos «hermanos»: los publicanos y los pecadores; los fariseos y los letrados. Jesús les responde con tres parábolas: la de la oveja descarriada y las noventa y nueve que se quedan en casa; después la de la dracma perdida; y, finalmente, comienza de nuevo y dice: «Un hombre tenía dos hijos» (15, 11). Así pues, se trata de los dos.
El Señor retoma así una tradición que viene de muy atrás: la temática de los dos hermanos recorre todo el Antiguo Testamento, comenzando por Caín y Abel, pasando por Ismael e Isaac, hasta llegar a Esaú y Jacob, y se refleja otra vez, de modo diferente, en el comportamiento de los once hijos de Jacob con José. En los casos de elección domina una sorprendente dialéctica entre los dos hermanos, que en el Antiguo Testamento queda como una cuestión abierta. Jesús retoma esta temática en un nuevo momento de la actuación histórica de Dios y le da una nueva orientación. En el Evangelio de Mateo aparece un texto sobre dos hermanos similar al de nuestra parábola: uno asegura querer cumplir la voluntad del padre, pero no lo hace; el segundo se niega a la petición del padre, pero luego se arrepiente y cumple su voluntad (cf. Mt 21,28-32). También aquí se trata de la relación entre pecadores y fariseos; también aquí el texto se convierte en una llamada a dar un nuevo sí al Dios que nos llama.
Pero tratemos ahora de seguir la parábola paso a paso. Aparece ante todo la figura del hijo pródigo, pero ya inmediatamente, desde el principio, vemos también la magnanimidad del padre. Accede al deseo del hijo menor de recibir su parte de la herencia y reparte la heredad. Da libertad. Puede imaginarse lo que el hijo menor hará, pero le deja seguir su camino.
El hijo se marcha «a un país lejano». Los Padres han visto aquí sobre todo el alejamiento interior del mundo del padre —del mundo de Dios—, la ruptura interna de la relación, la magnitud de la separación de lo que es propio y de lo que es auténtico. El hijo derrocha su herencia. Sólo quiere disfrutar. Quiere aprovechar la vida al máximo, tener lo que considera una «vida en plenitud». No desea someterse ya a ningún precepto, a ninguna autoridad: busca la libertad radical; quiere vivir sólo para sí mismo, sin ninguna exigencia. Disfruta de la vida; se siente totalmente autónomo.
¿Acaso nos es difícil ver precisamente en eso el espíritu de la rebelión moderna contra Dios y contra la Ley de Dios? ¿El abandono de todo lo que hasta ahora era el fundamento básico, así como la búsqueda de una libertad sin límites? La palabra griega usada en la parábola para designar la herencia derrochada significa en el lenguaje de los filósofos griegos «sustancia», naturaleza. El hijo perdido desperdicia su «naturaleza», se desperdicia a sí mismo.
Al final ha gastado todo. El que era totalmente libre ahora se convierte realmente en siervo, en un cuidador de cerdos que sería feliz si pudiera llenar su estómago con lo que ellos comían. El hombre que entiende la libertad como puro arbitrio, el simple hacer lo que quiere e ir donde se le antoja, vive en la mentira, pues por su propia naturaleza forma parte de una reciprocidad, su libertad es una libertad que debe compartir con los otros; su misma esencia lleva consigo disciplina y normas; identificarse íntimamente con ellas, eso sería libertad. Así, una falsa autonomía conduce a la esclavitud: la historia, entretanto, nos lo ha demostrado de sobra. Para los judíos, el cerdo es un animal impuro; ser cuidador de cerdos es, por tanto, la expresión de la máxima alienación y el mayor empobrecimiento del hombre. El que era totalmente libre se convierte en un esclavo miserable. Al llegar a este punto se produce la «vuelta atrás». El hijo pródigo se da cuenta de que está perdido. Comprende que en su casa era un hombre libre y que los esclavos de su padre son más libres que él, que había creído ser absolutamente libre. «Entonces recapacitó», dice el Evangelio (15, 17), y esta expresión, como ocurrió con la del país lejano, repropone la reflexión filosófica de los Padres: viviendo lejos de casa, de sus orígenes, dicen, este hombre se había alejado también de sí mismo, vivía alejado de la verdad de su existencia. Su retorno, su «conversión», consiste en que reconoce todo esto, que se ve a sí mismo alienado; se da cuenta de que se ha ido realmente «a un país lejano» y que ahora vuelve hacia sí mismo. Pero en sí mismo encuentra la indicación del camino hacia el padre, hacia la verdadera libertad de «hijo». Las palabras que prepara para cuando llegue a casa nos permiten apreciar la dimensión de la peregrinación interior que ahora emprende. Son la expresión de una existencia en camino que ahora —a través de todos los desiertos— vuelve «a casa», a sí mismo y al padre. Camina hacia la verdad de su existencia y, por tanto, «a casa». Con esta interpretación «existencial» del regreso a casa, los Padres nos explican al mismo tiempo lo que es la «conversión», el sufrimiento y la purificación interna que implica, y podemos decir tranquilamente que, con ello, han entendido correctamente la esencia de la parábola y nos ayudan a reconocer su actualidad.
El padre ve al hijo «cuando todavía estaba lejos», sale a su encuentro. Escucha su confesión y reconoce en ella el camino interior que ha recorrido, ve que ha encontrado el camino hacia la verdadera libertad. Así, ni siquiera le deja terminar, lo abraza y lo besa, y manda preparar un gran banquete. Reina la alegría porque el hijo «que estaba muerto» cuando se marchó de la casa paterna con su fortuna, ahora ha vuelto a la vida, ha revivido; «estaba perdido y lo hemos encontrado» (15, 32).
Los Padres han puesto todo su amor en la interpretación de esta escena. El hijo perdido se convierte para ellos en la imagen del hombre, el «Adán» que todos somos, ese Adán al que Dios le sale al encuentro y le recibe de nuevo en su casa. En la parábola, el padre encarga a los criados que traigan enseguida «el mejor traje». Para los Padres, ese «mejor traje» es una alusión al vestido de la gracia, que tenía originalmente el hombre y que después perdió con el pecado. Ahora, este «mejor traje» se le da de nuevo, es el vestido del hijo. En la fiesta que se prepara, ellos ven una imagen de la fiesta de la fe, la Eucaristía festiva, en la que se anticipa el banquete eterno. En el texto griego se dice literalmente que el hermano mayor, al regresar a casa, oye «sinfonías y coros»: para los Padres es una imagen de la sinfonía de la fe, que hace del ser cristiano una alegría y una fiesta.
Pero lo esencial del texto no está ciertamente en estos detalles; lo esencial es, sin duda, la figura del padre. ¿Resulta comprensible? ¿Puede y debe actuar así un padre? Pierre Grelot ha hecho notar que Jesús se expresa aquí tomando como punto de referencia el Antiguo Testamento: la imagen original de esta visión de Dios Padre se encuentra en Oseas (cf. 11, 1-9). Allí se habla de la elección de Israel y de su traición: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; sacrificaban a los Baales, e incensaban a los ídolos» (11,2). Dios ve también cómo este pueblo es destruido, cómo la espada hace estragos en sus ciudades (cf. 11, 6). Y entonces el profeta describe bien lo que sucede en nuestra parábola: «¿Cómo te trataré, Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte, Israel?... Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios y no hombre, santo en medio de ti.» (11, 8ss). Puesto que Dios es Dios, el Santo, actúa como ningún hombre podría actuar. Dios tiene un corazón, y ese corazón se revuelve, por así decirlo, contra sí mismo: aquí encontramos de nuevo, tanto en el profeta como en el Evangelio, la palabra sobre la «compasión» expresada con la imagen del seno materno. El corazón de Dios transforma la ira y cambia el castigo por el perdón.
....
Y he aquí que aparece el hermano mayor. Regresa a casa tras el trabajo en el campo, oye la fiesta en la casa, se entera del motivo y se enoja. Simplemente, no considera justo que a ese haragán, que ha malgastado con prostitutas toda su fortuna —el patrimonio del padre—, se le obsequie con una fiesta espléndida sin pasar antes por una prueba, sin un tiempo de penitencia. Esto se contrapone a su idea de la justicia: una vida de trabajo como la suya parece insignificante frente al sucio pasado del otro. La amargura lo invade: «En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos» (15,29). El padre trata también de complacerle y le habla con benevolencia. El hermano mayor no sabe de los avatares y andaduras más recónditos del otro, del camino que le llevó tan lejos, de su caída y de su reencuentro consigo mismo. Sólo ve la injusticia. Y ahí se demuestra que él, en silencio, también había soñado con una libertad sin límites, que había un rescoldo interior de amargura en su obediencia, y que no conoce la gracia que supone estar en casa, la auténtica libertad que tiene como hijo. «Hijo, tú estás siempre conmigo —le dice el padre—, y todo lo mío es tuyo» (15, 31). Con eso le explica la grandeza de ser hijo. Son las mismas palabras con las que Jesús describe su relación con el Padre en la oración sacerdotal: «Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío» (Jn 17, 10).
La parábola se interrumpe aquí; nada nos dice de la reacción del hermano mayor. Tampoco podría hacerlo, pues en este punto la parábola pasa directamente a la situación real que tiene ante sus ojos: con estas palabras del padre, Jesús habla al corazón de los fariseos y de los letrados que murmuraban y se indignaban de su bondad con los pecadores (cf. 15, 2). Ahora se ve totalmente claro que Jesús identifica su bondad hacia los pecadores con la bondad del padre de la parábola, y que todas las palabras que se ponen en boca del padre las dice El mismo a las personas piadosas. La parábola no narra algo remoto, sino lo que ocurre aquí y ahora a través de El. Trata de conquistar el corazón de sus adversarios. Les pide entrar y participar en el júbilo de este momento de vuelta a casa y de reconciliación. Estas palabras permanecen en el Evangelio como una invitación implorante. Pablo recoge esta invitación cuando escribe: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co5, 20).
Así, la parábola se sitúa, por un lado, de un modo muy realista en el punto histórico en que Jesús la relata; pero al mismo tiempo va más allá de ese momento histórico, pues la invitación suplicante de Dios continúa. Pero, ¿a quién se dirige ahora? Los Padres, muy en general, han vinculado el tema de los dos hermanos con la relación entre judíos y paganos. No les ha resultado muy difícil ver en el hijo disoluto, alejado de Dios y de sí mismo, un reflejo del mundo del paganismo, al que Jesús abre las puertas a la comunión de Dios en la gracia y para el que celebra ahora la fiesta de su amor. Así, tampoco resulta difícil reconocer en el hermano que se había quedado en casa al pueblo de Israel, que con razón podría decir: «En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya». Precisamente en la fidelidad a la Torá se manifiesta la fidelidad de Israel y también su imagen de Dios.
Esta aplicación a los judíos no es injustificada si se la considera tal como la encontramos en el texto: como una delicada tentativa de Dios de persuadir a Israel, tentativa que está totalmente en las manos de Dios. Tengamos en cuenta que, ciertamente, el padre de la parábola no sólo no pone en duda la fidelidad del hijo mayor, sino que confirma expresamente su posición como hijo suyo: «Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo». Sería más bien una interpretación errónea si se quisiera transformar esto en una condena de los judíos, algo de lo no se habla para nada en el texto.
Si bien es lícito considerar la aplicación de la parábola de los dos hermanos a Israel y los paganos como una dimensión implícita en el texto, quedan todavía otras dimensiones. Las palabras de Jesús sobre el hermano mayor no aluden sólo a Israel (también los pecadores que se acercaban a Él eran judíos), sino al peligro específico de los piadosos, de los que estaban limpios, «en regla» con Dios como lo expresa Grelot (p. 229). Grelot subraya así la breve frase: «Sin desobedecer nunca una orden tuya». Para ellos, Dios es sobre todo Ley; se ven en relación jurídica con Dios y, bajo este aspecto, a la par con Él. Pero Dios es algo más: han de convertirse del Dios-Ley al Dios más grande, al Dios del amor. Entonces no abandonarán su obediencia, pero ésta brotará de fuentes más profundas y será, por ello, mayor, más sincera y pura, pero sobre todo también más humilde.
Añadamos ahora otro punto de vista que ya hemos mencionado antes: en la amargura frente a la bondad de Dios se aprecia una amargura interior por la obediencia prestada que muestra los límites de esa sumisión: en su interior, también les habría gustado escapar hacia la gran libertad. Se aprecia una envidia solapada de lo que el otro se ha podido permitir. No han recorrido el camino que ha purificado al hermano menor y le ha hecho comprender lo que significa realmente la libertad, lo que significa ser hijo. Ven su libertad como una servidumbre y no están maduros para ser verdaderamente hijos. También ellos necesitan todavía un camino; pueden encontrarlo sencillamente si le dan la razón a Dios, si aceptan la fiesta de Dios como si fuera también la suya. Así, en la parábola, el Padre nos habla a través de Cristo a los que nos hemos quedado en casa, para que también nosotros nos convirtamos verdaderamente y estemos contentos de nuestra fe."
Joseph Ratzinger. 2007. Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguracion. Esfera de los Libros. pp.: 83-87.
Despues de la magnifica explicacion de un teologo de la magnitud de Benedicto. Acabamos el articulo más relajadamente con el capitulo de la serie "La Casita sobre la Roca"* decicado a la parabola del Hijo Prodigo.
Es una serie infantil con dibujos animados y marionetas que emite la cadena de television EWTN, y que encuentro una forma maravillosa de acercar el mensaje de Jesus a los niños, (y para los no tan niños. Lo reconozco a mí me fascina)
En fin, ya veis, ahora me estoy preparando para cuando tenga que explicarle a mi ahijado Sebastian conceptos como la transubstanciacion o la filioque.
*La serie "La Casita sobre la Roca" es una creación de la empresa familiar Valiván. Es una familia de origen chileno, afincada en España desde hace casi 30 años. Han decidido dedicar su vida y sus capacidades a la evangelizacion. Para más informacion sobre ellos y sus materiales, ésta es su página web: Valivan
viernes, 27 de enero de 2012
La teoria de las "almas rotas"
Existe una teoría que se llama “ventanas rotas” (broken window theory) que uno puede observar e incluso yo diría que también experimentar en carnes propias.
El principio parte del ejemplo de un edificio perfecto que se encuentra sin mantenimiento y en un momento concreto aparece una ventana rota. Si esa ventana no es reparada o sustituida, pronto aparecerá otra ventana rota. Algunas más en poco tiempo. Tras esto comenzará a amontonarse la basura en las puertas del edificio y alrededores. Poco a poco se incrementará la sensación de inseguridad y abandono. Y al final la degradación terminará atrayendo un foco de delincuencia alrededor del lugar.
Es decir, todo comienza por una mínima infracción, aparentemente inofensiva, pero después la cosa acaba degenerando rápidamente. Una anécdota, es que el alcalde de Nueva York Giuliani incluyó esta teoría en su programa electoral. Encargó al jefe de policía que fuese estricto con los pequeños hurtos, grafitis, gente que se colase en el metro… Y los índices de delincuencia bajaron considerablemente y en mayor proporción al número de detenidos.
Y es que esa primera sensación o percepción de abandono (la primera ventana rota) produce una cierta relajación extra y dicha sensación creciente de abandono se termina plasmando en la realidad. Y esto provoca todavía una mayor sensación de abandono que se volverá a hacer realidad de nuevo. Y así sucesivamente hasta que la sensación de impunidad se hace cada vez más y más fuerte.
Y es así como yo creo que, en cierta manera, también se manifiesta la relación entre nuestros pecados y el sacramento de la confesión. Ese pecado, ese dar la espalda a Dios, supone esa primera ventana rota que provoca una cierta sensación de dejadez que puede hacer que se plasme en más pecado en la realidad. Y poco a poco y apenas sin darnos cuenta, nos vamos alejando progresivamente cada vez más de Dios. Al final, si no ponemos remedio, el abandono puede ser total.
En un video de un experimento urbano se puede ver una bici en una calle del Soho de Nueva York fotografiada cada día. Al principio parece que no pasa nada, entorno al día 230 desaparecen varios accesorios de la bici, en seguida, entorno al día 270: adios bici.
Éste siempre parece el final previsible para las cosas materiales, el desmoronamiento de todo. Por eso el Kerigma es sorprendente, por eso encontrarse con Cristo resucitado es sorprendente, porque da un giro inesperado a lo que estamos habituados a ver. Es Cristo quien da a la película de la vida un final inesperado, que no es la muerte, es la vida. Dios rehace todo hasta la eternidad.
Por eso se suele pedir “Oh, Señor, envía tu espiritu, que renueve la faz de la tierra". Por eso es bueno restaurarte con la Eucaristía y la confesión…
Más ejemplos curiosos de la teoría de las ventanas rotas en este enlace al PEO (Periódico Enemigo de los Obispos)*
Fuente: Blog "Que bellas son tus tiendas!!! de Pedro González.
*Se refiere al periódico "El Pais", de España, de tendencias socialistas y siempre muy crítico en sus informaciones y opiniones sobre la Iglesia Católica.
Mi padre, cuando yo era más joven, me dio un ejemplo que nunca olvidé. El alma de las personas es como un cristal. Si el alma es limpia y pura será como un cristal transparente. Cuando pecamos es como echar una mancha en ese cristal. Esa mancha destaca ostentosamente sobre el limpio cristal, será una muestra clara de nuestra falta y nos es inevitable darnos cuenta de que hemos pecado, incluso nos dará vergüenza al ver esa mancha. Pero si no limpiamos esa mancha por dejadez o porqué solo es una y no pasa nada, al poco tiempo llegará la siguente mancha. Ésta aunque también será visible, ya no destacará tanto porqué tiene otra al lado. Si seguimos sin limpiar nuestra alma llegarán más manchas, y cada vez más fácilmente, porqué las manchas ya no destacan en el cristal, ya no es tan grave una mancha más o menos. Llegará un momento en que el cristal esté tan sucio que no percibiremos que no deja pasar bien la luz, y que no lleguemos a apreciar la suciedad que hemos acumulado, ya que las manchas son tantas y tan pegadas unas a otras que ya no las distinguimos, se han vuelto algo propio a la naturaleza del cristal. El pecado se ha vuelto algo inherente a nuestra alma, a nuestra vida cotidiana y por lo tanto ya no lo consideramos como tal, como algo malo. Pero nuestra vida, sin darnos cuenta, se habrá vuelto gris, opaca.
Por ello es importante al primer sentimiento de culpa por haber faltado a Dios o al prójimo buscar el arrepentimiento, la confesión y la reconciliación con el ofendido, y así permitiremos que la luz del amor de Dios vuelva a entrar en nuestros corazones.
lunes, 16 de enero de 2012
7 Criterios para saber si una parroquia o comunidad funciona bien
Las diócesis de Solsona y Vic invitaron al obispo de Toulon, Dominique Rey, a su congreso sobre Nueva Evangelización del pasado fin de semana (7 y 8 de enero). Dominique Rey, desde el año 2000 pastor de una diócesis de 1,1 millones de habitantes donde apenas un 5% de la población es practicante, pero que tiene un fuerte avivamiento en vocaciones, clero y comunidades, presentó su experiencia en tres extensas presentaciones.
Una enseñanza especialmente interesante fue su lista de los 7 criterios para discernir si una parroquia, diócesis o comunidad está creciendo, "le va bien", y que no pasa necesariamente por tener los templos medianamente llenos. Muchas diócesis españolas, por ejemplo, aún llenan sus parroquias, pero sólo con personas de edad avanzada que inexorablemente tienden a disminuir.
Los 7 criterios de la comunidad que "funciona bien":
1) El pastor tiene capacidad de delegar: cuenta con colaboradores formados y recurre a ellos... No intenta ser un hombre-orquesta que lo realiza todo en persona. Eso significa que dedica esfuerzo y recursos a formar a sus colaboradores.
2) El pastor discierne los dones de los demás y les hace dar fruto. En vez de buscar cómo rellenar tal o cual puesto, se pregunta "¿qué dones y carismas tiene mi gente?" y reorganiza la comunidad (grupo, parroquia, diócesis) de acuerdo a esos dones, es decir, de acuerdo a la gente y sus capacidades.
3) La comunidad es gozosa y se nota. El grupo mantiene el entusiasmo. Tiene capacidad de expresión alegre y huye de una estética moralizante. El gozo y la celebración van primero.
4) La comunidad cambia sus estructuras para adaptarlas al régimen de "Nueva Evangelización". El régimen de "Cristiandad" ya pasó y no tiene sentido mantener estructuras organizativas de esa época que no funcionan en la actual.
5) La comunidad cuida la belleza y dignidad de las celebraciones, sobre todo de la eucarística. La Iglesia no puede ganar al mundo en el terreno del mero espectáculo o la diversión, pero puede ofrecer sacralidad, y mucha gente está buscando sacralidad, reverencia y misterio. "Estuve en Estados Unidos estudiando las mega-iglesias protestantes, enormes locales que reunen 30.000 personas cada domingo, con grandes coros... pero hace unos años que van a la baja, porque con el tiempo sus feligreses se aburren. La gente joven hoy busca más sacralidad. Por eso, la belleza y reverencia en la Eucaristía es importantísima".
6) La comunidad se organiza en grupos pequeños, células y grupos de "iglesia en casas". "Son la clave del crecimiento", dijo. A un recién convertido no le puedes invitar directamente a la Misa del domingo, donde será un número anónimo, no entenderá aún la liturgia y le aburrirá. Le has de invitar al grupo pequeño que se reúne en tu casa para rezar, empezar a recibir enseñanzas, charlar, y escuchar sus inquietudes. Alabó el sistema de células de evangelización parroquial iniciadas en la parroquia italiana de San Eustorgio, Milán, hoy extendidas por varios países. También Sentinelle del Mattino utiliza este sistema de células.
7) La comunidad irradia caridad hacia fuera y entre sus miembros. No basta con el servicio de Cáritas, anónimo. Debe ser una relación entre los miembros de la comunidad que se conocen y ayudan mutuamente, y eso se ve desde fuera. Los feligreses no van a la iglesia (o a su ropero, Cáritas o comedor social) como consumidores de servicios, sino como un miembro con lazos afectivos.
Los últimos puntos y el tema de las células y grupos pequeños llevaron al obispo a un desarrollo más detallado.
"La Redemptoris Missio, en su punto 51, habla de comunidades eclesiales de base, que son lo que hoy llamamos células, que sirven para la formación y la evangelización. Son grupos domésticos pequeños que acogen al nuevo creyente y lo van formando. No podemos llevarlo aún a la liturgia, que no entiende, ni mucho menos pervertir el rito para hacerlo más acogedor. La respuesta son estos grupos pequeños, que también pueden ser de estudio bíblico, de acogida y acompañamiento, de oración, encaminados a un público especializado... El rector de la parroquia ha de velar para que estas células se integren en la parroquia y forma a sus líderes y hace que sigan tratando con alejados de la fe. Cuando la célula crece con más miembros, se divide en dos grupos, y así las células se multiplican. La Nueva Evangelización consiste en salir a la calle, pero también en acoger al que viene atraido por la fraternidad que irradia el grupo, como sucede a menudo en los Cursos Alpha, que atraen porque son acogedores".
Una enseñanza especialmente interesante fue su lista de los 7 criterios para discernir si una parroquia, diócesis o comunidad está creciendo, "le va bien", y que no pasa necesariamente por tener los templos medianamente llenos. Muchas diócesis españolas, por ejemplo, aún llenan sus parroquias, pero sólo con personas de edad avanzada que inexorablemente tienden a disminuir.
Los 7 criterios de la comunidad que "funciona bien":
1) El pastor tiene capacidad de delegar: cuenta con colaboradores formados y recurre a ellos... No intenta ser un hombre-orquesta que lo realiza todo en persona. Eso significa que dedica esfuerzo y recursos a formar a sus colaboradores.
2) El pastor discierne los dones de los demás y les hace dar fruto. En vez de buscar cómo rellenar tal o cual puesto, se pregunta "¿qué dones y carismas tiene mi gente?" y reorganiza la comunidad (grupo, parroquia, diócesis) de acuerdo a esos dones, es decir, de acuerdo a la gente y sus capacidades.
3) La comunidad es gozosa y se nota. El grupo mantiene el entusiasmo. Tiene capacidad de expresión alegre y huye de una estética moralizante. El gozo y la celebración van primero.
4) La comunidad cambia sus estructuras para adaptarlas al régimen de "Nueva Evangelización". El régimen de "Cristiandad" ya pasó y no tiene sentido mantener estructuras organizativas de esa época que no funcionan en la actual.
5) La comunidad cuida la belleza y dignidad de las celebraciones, sobre todo de la eucarística. La Iglesia no puede ganar al mundo en el terreno del mero espectáculo o la diversión, pero puede ofrecer sacralidad, y mucha gente está buscando sacralidad, reverencia y misterio. "Estuve en Estados Unidos estudiando las mega-iglesias protestantes, enormes locales que reunen 30.000 personas cada domingo, con grandes coros... pero hace unos años que van a la baja, porque con el tiempo sus feligreses se aburren. La gente joven hoy busca más sacralidad. Por eso, la belleza y reverencia en la Eucaristía es importantísima".
6) La comunidad se organiza en grupos pequeños, células y grupos de "iglesia en casas". "Son la clave del crecimiento", dijo. A un recién convertido no le puedes invitar directamente a la Misa del domingo, donde será un número anónimo, no entenderá aún la liturgia y le aburrirá. Le has de invitar al grupo pequeño que se reúne en tu casa para rezar, empezar a recibir enseñanzas, charlar, y escuchar sus inquietudes. Alabó el sistema de células de evangelización parroquial iniciadas en la parroquia italiana de San Eustorgio, Milán, hoy extendidas por varios países. También Sentinelle del Mattino utiliza este sistema de células.
7) La comunidad irradia caridad hacia fuera y entre sus miembros. No basta con el servicio de Cáritas, anónimo. Debe ser una relación entre los miembros de la comunidad que se conocen y ayudan mutuamente, y eso se ve desde fuera. Los feligreses no van a la iglesia (o a su ropero, Cáritas o comedor social) como consumidores de servicios, sino como un miembro con lazos afectivos.
Los últimos puntos y el tema de las células y grupos pequeños llevaron al obispo a un desarrollo más detallado.
"La Redemptoris Missio, en su punto 51, habla de comunidades eclesiales de base, que son lo que hoy llamamos células, que sirven para la formación y la evangelización. Son grupos domésticos pequeños que acogen al nuevo creyente y lo van formando. No podemos llevarlo aún a la liturgia, que no entiende, ni mucho menos pervertir el rito para hacerlo más acogedor. La respuesta son estos grupos pequeños, que también pueden ser de estudio bíblico, de acogida y acompañamiento, de oración, encaminados a un público especializado... El rector de la parroquia ha de velar para que estas células se integren en la parroquia y forma a sus líderes y hace que sigan tratando con alejados de la fe. Cuando la célula crece con más miembros, se divide en dos grupos, y así las células se multiplican. La Nueva Evangelización consiste en salir a la calle, pero también en acoger al que viene atraido por la fraternidad que irradia el grupo, como sucede a menudo en los Cursos Alpha, que atraen porque son acogedores".
Fuente: www.religionenlibertad.com
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