Para rezar hay numerosas formas, a veces forman parte de diversos momentos en nuestra amistad con Dios. Algunas de las más importantes son:
* Oración espontánea de muchas palabras: es una forma de orar básica, universal, necesaria al corazón cristiano, y que no requiere particular aprendizaje: «Señor, voy a estar un rato contigo. Ya ves cómo estoy. Tengo que hablar con mi hermano, y no sé cómo hacerlo. Dame tu luz y tu gracia, para que»... Se trata, como se ve, de una oración activa, discursiva, con sucesividad de temas, conceptos, palabras, voliciones, al modo psicológico humano; espontánea, no asistida por método alguno, ni por ninguna fórmula oracional, sino que brota a impulsos circunstanciales del corazón, con la ayuda del Espíritu; de muchas palabras, como es propio en los principiantes, pues si aquéllas terminan, cesa la oración.
* Oración vocal: consiste en la recitación de fórmulas oracionales ya compuestas, como salmos, Padre nuestro, Ave María, Credo, Horas litúrgicas, etc. Rezando las oraciones vocales de la Iglesia, procedentes de la Biblia, de la liturgia o de la tradición piadosa, abrimos nuestro corazón al influjo del Espíritu Santo, que nos configura así a Cristo. Nos hacemos como niños y nos dejamos enseñar a orar. La oración vocal se hace mal con frecuencia, y así se desprestigia. Se hace muchas veces de prisa, sin atención, sin entender apenas lo que se dice, desconociendo los textos. «Este pueblo me honra con los labios dice el Señor, pero su corazón está lejos de mí» (Is 29,13; Mc 7,6). Debemos atender a Quién se habla y atender a lo que se dice. Hay campesinos que nunca observan la belleza del paisaje donde hacen su trabajo: no ponen atención, no se fijan en él, quizá porque lo tienen siempre delante. De modo semejante, hay cristianos que se dan cuenta de la belleza de los textos que posiblemente rezan con asiduidad. Meditación: Meditar es tratar amistosamente con Dios, y pensar con amor en él, en sus palabras y en sus obras. Es, pues, una oración activa y mental sumamente valiosa para entrar en intimidad con el Señor y para asimilar personalmente los grandes misterios de la fe. Podemos meditar oraciones vocales, palabra por palabra, rumiar -como los monjes primeros- frases de la Escritura. Podemos orar leyendo un libro despacio poco a poco ir acostumbrando el corazón a tratar con Dios. Podemos orar escribiendo, como si redactáramos una carta a Dios.
*Lectio divina. Podemos hacer la llamada Lectio divina o lectura meditativa y orante de la Palabra de Dios: ponernos en su presencia, leer, pensar en lo leído, hablar con el Señor sobre ello. La lectura de la Palabra de Dios se puede hacer de muchas formas: interés histórico, arqueológico, sociológico... Nosotros nos referimos aquí a una lectura desde la fe, en espíritu de oración. La Biblia es palabra escrita por hombres pero por inspiración divina, por tanto se trata de Palabra de Dios. Abriendo la Biblia es el mismo Dios el que sale a nuestro encuentro en su Palabra para entrar en diálogo con nosotros. La Palabra de Dios es como el mar. Nosotros vamos con nuestro cubo y sacamos agua. Nunca llegamos a agotar el mar, nunca llegamos a vaciarlo y siempre, cada cubo de agua que sacamos, es totalmente nuevo. La Palabra de Dios es insondable. Siempre podemos descubrir algo nuevo. Necesidad de tener alma de discípulo. Para leer la Palabra de Dios hace falta todo el corazón. Es algo sencillo (alma de niño). No hace falta tener muchos estudios ni mucha preparación (pueden ser una ayuda pero si se pierde el alma de niño...). Es algo del corazón que no significa algo puramente sentimental. El corazón para el hombre antiguo era la sede de toda la persona: mente, voluntad, sentimientos... Las páginas bíblicas hablan de mí, es decir, me revelan quién soy, son como un espejo. Hablan de cosas que yo vivo, que me están sucediendo. Podemos reconocer algo de nosotros en los personajes que aparecen: en el joven rico, en Pedro, en el rey David...Las páginas bíblicas me hablan a mí. Hay una llamada a mí ahora desde la palabra. La palabra me habla, me interpela, me llama, me grita, me consuela, me conforta. Las páginas bíblicas me invitan a responder: la oración. Es la respuesta con diálogo. Aquel que me habla en esta página es Aquel a quien puedo hablar de modo familiar.
* Oración simple: simple mirada, presencia de Dios, atención amorosa. El discurso es escaso, las palabras, pocas.
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