Cuando uno se plantea algo que cree importante, se organiza el día, la jornada alrededor de eso. Quien cree muy importante el fútbol en su vida, se organiza toda la semana (citas con los amigos, ir al cine, viajes...) en función de ello. Ese tiempo es sagrado. Algún día podrá perderse un partido, pero no es lo normal. Quien cree muy importante mantener la línea, se hace horarios, menús, se pone límites, señala en el calendario unos días concretos para hacer deporte. Es algo que considera importante y se organiza la vida en función de eso. ¿Nosotros creemos que la oración es algo importante en nuestra vida? ¿Somos conscientes de que sin la relación y el diálogo frecuente con Dios nuestra vida cristiana se va viniendo abajo? Si creemos que sí, debemos poner los medios suficientes para que no falte en nuestra vida y hacer nuestros planes: dónde hacer oración (lugar), cuándo hacer oración y con qué frecuencia (tiempo). Las personas somos así. Si dejamos las cosas a lo que salga, suele salir bien poco. Tenemos que reservar un rato de nuestro día a Dios, tener la serenidad y la disponibilidad necesarias para "perder el tiempo" con Dios. Renunciar por un momento a nuestra actividad. Dejar el ritmo de vida marcado por las agujas del reloj. Debemos vivir un tiempo para Dios, "un tiempo fuera del tiempo". Debemos ser fieles a ese tiempo, a pesar de que no sintamos nada, de que no veamos nada, a pesar de que nos aburramos.
Algunos consejos previos
-Dedicar cada día unos minutos a la oración personal. Así como dormimos, comemos, trabajamos y descansamos, la oración debe formar parte de nuestra vida diaria. Revisar nuestro horario y escoger para la oración un momento en el que nos encontremos en paz y no tengamos muchas ocupaciones y que tampoco nos encontremos muy cansados. Procurar que esta hora sea siempre la misma y mantenerla fija lo más que se pueda.
-Escoger un lugar específico para orar. No importa cuál sea (la iglesia, nuestra habitación, el campo), mientras nos ayude a obtener el silencio interior que necesitamos. La oración junto al Sagrario siempre lleva consigo una gracia especial (se nos pega el sol aunque no nos demos cuenta).
-Cuando comencemos a orar es muy conveniente hacer un ejercicio de reflexión para preparar nuestro corazón. Consiste en detenernos un momento a pensar que es lo que estamos haciendo, con quién estamos hablando.
- La postura es importante, pero no indispensable. La oración no es cuestión de ejercicios físicos, es algo espiritual. Cada quien puede adoptar la postura que quiera, ya que cada persona experimenta las cosas de manera distinta. Nos pueden ayudar algunos ejercicios de relajación y de respiración, pero sin convertirse en el fin de nuestra meditación. Comenzar y terminar de rodillas, como gesto de adoración, nos ayuda a caer en la cuenta de lo que vamos a hacer y con quien vamos a estar.
Algunas máximas sobre la oración
-La oración se dirige a Dios y no necesita de muchas palabras: Él conoce lo que nos pasa.
-La oración debe ser perseverante: tener paciencia en establecer ese diálogo con Dios.
-La oración debe ser insistente: no abandonarla a la primera sino insistir.
-Para orar es necesario ser humildes: es enriquecerse partiendo de nuestra pobreza para abrirnos a la riqueza de Dios.
-La oración es poderosa: se pueden observar en la Iglesia muchos imposibles conseguidos por la oración.
-La oración es confiada: al orar se tiene la certeza de que Dios no nos va a fallar y esto debe transformar nuestra vida.
-La oración, siempre debe estar precedida del perdón: antes de orar debemos limpiar nuestro corazón...
-La oración es necesaria para no caer en tentación: nos fortalece para vivir siempre cerca de Dios.
Orar, ¡si pruebas te gustará!
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