"¡Qué grande es, pues, el poder de la oración! Se diría que es como una reina que en todo momento tiene libre acceso al rey y que puede alcanzar todo lo que pide.
Para ser escuchadas, no es necesario leer en un libro una hermosa fórmula compuesta para esa ocasión. Si fuese así...., ¡qué digna de lástima sería yo...! Fuera del Oficio divino, que tan indigna soy de rezar, no me siento con ánimos para sujetarme a buscar en los libros hermosas oraciones; me produce dolor de cabeza, ¡hay tantas...., y a cual más hermosa...! No podría rezarlas todas, y, al no saber cuál escoger, hago como los niños que no saben leer: le digo a Dios con toda sencillez lo que quiero decirle, sin componer frases hermosas, y él siempre me entiende...
Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús."
Historia de un alma. Manuscrito C, 25.
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